abril 18, 2024
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abril 20, 2017 | 201 vistas

Mauricio Zapata.-

Cd. Victoria, Tam.- La familia Acosta Silva estaba almorzando cuando escucharon las primeras detonaciones. La más pequeña corrió rápidamente a su recámara y se escondió bajo la cama. Los otros tres de esa familia se encerraron en ese mismo cuarto, sentados a un lado de la cama.

La familia está compuesta por Alejandro y Bety (los papás), Juan Antonio, el hermano mayor de 16 años, y Fabiola, la hermana menor de diez años. Viven en el fraccionamiento Puerta de la Luna, que colinda con el terreno baldío a espaldas de Centro de Ejecución de Sanciones (Cedes) de Ciudad Victoria.

En ese cuarto duraron cerca de hora y media. Después de un rato de ya no escuchar los balazos, salieron, para entonces el huevo con jamón, los frijoles y las tortillas ya estaban fríos.

“Y así estamos desde hace siete u ocho años. Es constante que se escuchen balazos por el penal y no nos queda de otra más que irse a tirar al piso”, dice Alejandro.

Otra familia, ellos en Rincón de Tamatán, también padecen lo mismo. Son los Torres Coronado. Son cuatro integrantes también. Ellos estaban a punto de salir a dar un paseo por la ciudad ya que los cuatro están de vacaciones. De pronto escucharon los balazos, salieron de carro y se fueron a la parte de atrás de su casa a esperar a que pasara.

“Hubo un momento en que ya nos habíamos acostumbrado a esto; a cada rato se ve movilización de soldados o policías rumbo al penal. Pero de la costumbre pasamos ya al hartazgo”, dice Marco, el padre de familia de los Torres.

 

MÁS DE 350 FAMILIAS EN RIESGO

Como ellos se encuentran alrededor de 750 familias de la zona en colonias como la Luis Quintero, América de Juárez, los fraccionamientos Cofrades, Puerta del Sol, Puerta de la Luna, Puerta de Tamatán, Rincón de Tamatán, incluso Las Flores y el Infonavit, entre otras demarcaciones de la zona suroeste de Victoria.

En entrevista con varios vecinos de la zona, todos coinciden en que es urgente la reubicación del Cedes capitalino, por la seguridad de todos ellos.

“Cuando nos dijeron en el 2009 que ya se iba a reubicar, nos pareció muy bien, incluso, nos animamos a ampliar las casas porque algunos ya pensaban irse de ahí”, dijo Alejandro Acosta.

En otras colonias pensaban lo mismo. Ahora, les anima un poco que ya se considere nuevamente la reubicación de la cárcel de Ciudad Victoria.

“Ojalá y sí lo hagan, ya no podemos vivir así. Luego vemos a gente sospechosa rondar por aquí, se ve gente fea, gente mala y nos da miedo. Dicen que rondan el penal, pero no sabemos”, añadió.

 

LA PLUSVALÍA HA BAJADO

Hoy, incluso, la plusvalía ha bajado: “Yo he querido vender para irme a otro lado y estar un poco más seguros, pero la casa bajó mucho. Yo la compré en 380 mil pesos hace diez años, ahora me quieren dar 250 mil, que porque está cerca del penal”, dice Marco Torres.

Vecinos de Puerta del Sol coinciden en que las casas han bajado de precio, algunos de ellos sí le han apostado la venta, pese a que el valor de la vivienda se redujo en 30 por ciento.

Los de allá, señala con el índice derecho Marco a una casa que por ahora está desocupada y con la hierba bastante crecida, “sí se fueron. Vendieron hace como un año y les dieron menos de lo que pedían, pero decidieron irse”, explica.

Y añade: “Una vez que también hubo un relajo en el penal tuvimos como un mes aquí a los soldados vigilando. Se paraban por ahí y estaban día y noche. Al principio nos sentimos seguros, pero después ya era incómodo”.

 

ORACIONES SIN ÉXITO

En la Iglesia San Isidro rezan, sin embargo, las oraciones no han servido de nada, puesto que siguen con el miedo de los motines.

Josefina es una señora de unos 60 años y prepara a los niños para que hagan su Primera Comunión. Vive ahí cerca y dice que lo de ayer no es nuevo y que la cárcel debe cambiarse.

“Han dejado de venir niños. El Padre todos los días reza para que no haya balaceras. Yo tengo viniendo a esta iglesia más de 30 años y siempre ha habido cosas, peleas. Ahora nos da más miedo, pero siempre ha sido una constante que haya cosas y que la gente deje de venir”, indicó.

Ahí la gente no se ha alejado mucho, pero cuando hay conflictos como hace un mes o como el del martes, de pronto hace que la gente deje de ir por unos días, ya después regresa y ora para que la paz regrese. Las oraciones no han tenido éxito.

“Pues yo rezo todos los días para que haya paz y seguridad. En las misas el sacerdote también pide y, bueno, solo esperamos a que Dios nos escuche y haga algo por este lugar”, dice Josefina.

Los feligreses también están a favor de una reubicación y que esas instalaciones, es decir, las actuales, sean usadas para hacer arte y cultura y que la gente haga de ese lugar un verdadero centro que reintegre familias y jóvenes.

 

UN VIEJO DE 67 AÑOS

El edificio está maltratado. La fachada quizás no sea fea, sin embargo, el hecho de estar bardada y cada vez más custodiada, ya ni se puede observar desde afuera.

Está enclavado en el segundo cuadro de la ciudad, el Cedes de Ciudad Victoria representa un peligro constante para miles de personas que habitan o trabajan a su alrededor.

El penal de Tamatán, como también se le conoce a este centro de reclusión, fue construido hace más de 40 años y tiene una capacidad para albergar a 950 reos, cifra que se ve superada ampliamente.

Hoy recluye a más de mil 200 reos, cada uno paga distintas condenas, pero cada vez es más común ver a aquellos presos por delitos del fuero federal.

De ahí salen leyendas urbanas. Mitos que nadie ha podido comprobar y que las autoridades no han podido desmentir.

Es un viejo de 67 años, descuidado, con arrugas, con manchas en la piel, con canas, con muchos defectos. Así se puede describir a esas instalaciones que hoy albergan la cárcel.

“Cuando se construyó no había tantas casas por acá. Estaba el parque, estaba la Iglesia, pero alrededor casi no había nada. Poco a poco se empezó a poblar y hoy está ya enclavado casi en medio de ciudad”, narra un señor que salía del templo de San Isidro.

Con sombrero y una bolsa de mandado, el hombre de unos 80 años se cuadraba y sin rodeos dijo: “Hoy los malos son más malos que los de antes, por eso tanta bala y tanto desmadre”.

Los ojos del hombre se dirigían hacia la cárcel y señala con el dedo índice hacia el Cedes.

“Yo tenía un amigo que había robado en un rancho y lo venía a visitar, le llevaba unos cigarros ‘Delicados’ y pan dulce, pero en ese entonces las cosas eran diferentes. Venía uno en camión. Era un camión rojo; pero uno entraba a ver a los presos y no eran tan malos como ahora”, dijo el viejo, quien de pronto levantó la mano para hacerle la parada a un microbús verde, se subió y se fue sin decir más.

 

PIDEN LA REUBICACIÓN

Frente al Cedes hay una escuela primaria que ha suspendido clases cada vez que hay conflicto en la cárcel. A un lado está otro centro escolar; es un colegio que del mismo modo ha tenido que sufrir desde hace mucho cada vez que hay motín. Está el DIF estatal, la Iglesia, los parques, oficinas federales, estatales y municipales.

En todos lados es la misma consigna: “que se reubique, ya”.

Por ahora, las autoridades han dado el primer paso y analizan ya la posibilidad de terminar el centro penitenciario ubicado en la carretera a Mante.

Sin embargo, mientras esto no se dé, esas más de 750 familias seguirán viviendo con miedo, a pesar de ya estar acostumbradas a ese trajín. Que si bien ya saben dónde esconderse mientras pasa el ajetreo, los balazos y la movilización policiaca, ya no quieren vivir así.

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