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julio 10, 2017 | 92 vistas

JUBA, Sudán del Sur, julio 9 (Notimex)

En julio de 2011 había grandes esperanzas. Después de 20 años de guerra, Sudán del Sur celebraba su independencia del Norte. Pero desde entonces las cosas no han mejorado.

En 2013 estalló una guerra civil que se materializa en hambre, sufrimiento y muerte. Los incendios, las matanzas y los bombardeos han provocado la huida de al menos tres millones de personas en el interior de Sudán del Sur o hacia países vecinos.

Los muertos han superado los cien mil. Y las agencias de las Naciones Unidas advierten que ascienden a los cinco millones, casi la mitad de la población del país, los ciudadanos que necesitan urgentemente alimentos y ayudas a la agricultura, la ganadería y la pesca.

La guerra entre las fuerzas armadas de etnia dinka, leales al presidente Salva Kiir Mayardit, y las de la etnia nuer, fieles al ex vicepresidente Riek Machar Teny Dhurgon, ha hecho que cientos de miles de personas estén al límite en dos estados de la parte centroseptentrional del país, donde el estado de hambruna ha sido ratificado por las Naciones Unidas.

Y una declaración formal de hambruna significa que las personas ya se están muriendo de hambre. Se trata, por lo tanto, de la peor catástrofe en cuanto al hambre desde el inicio de la guerra, que estalló hace más de tres años.

Las Naciones Unidas están tratando de darlo a conocer al mundo principalmente a través de dos agencias, la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) y el WFP (Programa Mundial de Alimentos), dos de los pocos actores capaces de controlar y gestionar una emergencia como esta.

En Sudán del Sur más del 40 por ciento de la población está desnutrida. La FAO y el WFP también han advertido de que hay que intervenir ahora si se quiere evitar que muchas más personas mueran de hambre. Si se proporciona inmediatamente una ayuda duradera y adecuada, la situación mejorará en los próximos meses.

Según la clasificación de la seguridad alimentaria (IPC), publicada recientemente por las dos agencias de la ONU y otros socios humanitarios, se ha elevado a más de cinco millones el número de personas que sufren de inseguridad y que, por lo tanto, necesitan asistencia alimentaria y agrícola.

“Estamos tratando de fomentar el liderazgo local -explica David Beasley, director general del WFP en una visita especial a Sudán del Sur- para garantizar un acceso progresivo al campo de batalla. Ahora, además, estamos en la época de lluvias, y tenemos muchas dificultades logísticas para hacer la entrega de alimentos a las zonas remotas”.

“Tenemos que recurrir cada día a lanzamientos con aviones, los airdrop. Si se acaba el conflicto tenemos recursos suficientes para garantizar ayuda a la población. Pero si esta situación continúa hasta octubre, se terminarán los fondos. Esto llevaría al país a una situación como poco catastrófica”, añade.

“La hambruna se ha convertido en una trágica realidad en algunas partes de Sudán del Sur -dice José Graziano da Silva, director general de la FAO, también en una visita especial-, y nuestros peores miedos se han hecho realidad. Muchas familias han agotado todos los medios de supervivencia. La mayoría de la población la forman agricultores, y la guerra ha interrumpido la agricultura”.

Afirma que “han perdido el ganado e incluso las herramientas agrícolas. En muchos casos solo disponen de algunas plantas que encuentran y de algunos peces que pescan. La desnutrición constituye una crisis sanitaria grave, agravada por la extensión del conflicto, el creciente número de personas desplazadas, la falta de acceso a servicios sanitarios y la escasa difusión de saneamiento”.

“Sin paz -añade el jefe de la FAO- es imposible trabajar. Esta hambruna la ha provocado el hombre. Nosotros, junto con toda la comunidad humanitaria, hemos intentado con todas las fuerzas evitar esta catástrofe, preparando una respuesta humanitaria sin igual”.

“Pero también hemos constatado que hay un límite a lo que la asistencia humanitaria puede hacer en ausencia de una paz duradera y de seguridad para el personal humanitario. Vamos a seguir haciendo todo lo posible para mantener la situación bajo control y reducir la propagación del hambre. Necesitamos paz, y este es el mensaje principal que estamos trasladando al gobierno», ratifica.

“Los numerosos acuerdos de alto el fuego han sido ignorados. Todos, incluyendo el último, firmado en agosto de 2015, que parecía distinto de los tratados de paz precedentes -todos incumplidos- y que parecía haber puesto en marcha un proceso efectivo de salida de la crisis hacia una paz sostenible y duradera. Preveía, entre otros puntos, la formación de un nuevo Gobierno de unidad nacional con la repatriación gradual de los miembros del grupo armado de la oposición dirigida por Machar”.

En todo el país, casi cuatro años de conflicto han perjudicado gravemente la producción agrícola y los medios de subsistencia rurales. El incremento de la violencia a partir de julio el año 2016 ha afectado aún más la producción de alimentos, incluso en zonas que antes eran estables. La inflación galopante y el colapso de los mercados también han afectado a las zonas que tradicionalmente se basaban en el mercado para satisfacer sus necesidades de alimentos.

Las poblaciones urbanas también tienen que lidiar con un aumento masivo de los precios de los alimentos básicos. La FAO y el WFP, junto con otros socios, han llevado a cabo desde el inicio del conflicto extensas operaciones de ayuda y han intensificado estos esfuerzos para mitigar los peores efectos de la crisis humanitaria. Sin embargo, todo lo anula sistemáticamente el conflicto.

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