abril 25, 2024
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septiembre 13, 2017 | 538 vistas

Shalma Castillo.-

“De aldea en aldea, el viento lo lleva siguiendo el sendero, su patria es el mundo, como vagabundo va el titiritero”…

Es la prosa de Joan Manuel Serrat, que define a aquel hombre, al hombre que trabaja con títeres, muñecos que cobran vida al manipular sus hilos con las manos.

Ricardo Abie Hernández Honorato es uno de ellos, amante del teatro guiñol, ha dedicado gran parte de su vida al manejo de sus títeres.

Desde niño le han gustado las marionetas, títeres y guiñoles, toda figura animada que veía, eran de su gusto.

“La primera obra que yo vi fue la de Caperucita Roja cuando tenía casi seis años y desde entonces a mí me llamó mucho la atención”.

En su casa hacía figuritas de cartón, les pegaba lápices o reglas para darles vida, y según él actuaba con los monitos.

En la escuela también le gustaba hacer ese tipo de actividades, después de un tiempo tenía la “espinita”, pero decisivamente fue en 1996 cuando dijo que quería comenzar hacer algo más serio referente al tema.

“Comencé a buscar en dónde podía hacer teatro, y fui a la Casa del Arte y a la Casa de la Cultura en Matamoros, y desde hace 21 años comienza mi vida de actor y con mi grupo ‘Los Mitoteros’ dos años después”.

Desde entonces se ha dedicado a estudiar sobre teatro, actuación y cultura, ya que cada obra que toma para poder llevarla a escena requiere de una investigación tanto en campo como en teórica.

“Si no lo es así, no lo comprende el público, tienes que entenderlo para que ellos también lo hagan”.

Emocionado, platica que darle vida a figuras es tan mágico, toda su imaginación y creatividad nace de cuentos, obras de teatro y libros.

“Como el avioncito y las nubes son de un cuento, Don Graciano es un títere que hace alusión del victorense tamaulipeco, le gusta usar cuera y el guapango norteño…

La carpa patinadora es de un cuento ruso, la gaviota es su compañera, al señor libro le gusta subirse a las piernas de la personas para que lo abran y lo lean, trae muchos mensajes de pensadores universales importantes, en cuento sucede de todo, cosas muy fantásticas”.

De sus casi 40 títeres, ninguno es su preferido, ya que todos tienen algo especial.

Aunque no olvida a su primera creación, “Pelonete”, un payasito tipo afro, bonito y dientón.

“Se parece al payaso equilibrista, “Eslabita”, al que después le di vida y le moldee la cara parecido a Pelonete para no dejarlo en ausencia y en recuerdos”.

Pelonete era su despertar como titiritero, el primer trabajo que hizo basándose en el libro de Guillermo Murray, un escritor de cuestiones técnicas y teóricas del teatro, marionetas y guiñoles.

“El primer libro que tiene viene cómo se hace la cabeza de la marioneta y una técnica tradicional, que es el moldeo con plastilina, cubrirlo con periódico, luego cortarlo y sacar molde, ese fue el primero que hice y al vestuario le cocí tela de forro bicolor”.

Aunque el final de Pelonete fue triste… “un día me llovió y le cayó agua en su carita que me lo desbarató”.

La mayoría de sus personajes él los fabrica, aunque algunos otros los rescata del tianguis.

“A veces me encuentro algunos títeres en el tianguis, me hablan; ‘por favor ayúdame’ y me los traigo, todos los títeres son mi creación, son basados en cuentos mágicos infantiles”.

Algunos de ellos son un chango llamado Pancho Tamatán, los patones peludos, la tía Tencha, las aves carnavalearas, los tamaleros, los huapangueros, doña Chona, doña Concha, doña Tola, entre muchos otros.

Comparte que muchos de sus shows los hace por gusto, otros para ganarse el sustento de su familia.

“El show de Libre 17 lo hago tanto para que la gente se divierta y por mi bienestar económico, pido cooperación, vivo de eso”.

Tantas experiencias que ha pasado en sus funciones, pero de las que tiene más presente fueron al concluir uno de los espectáculos.

“Había unos señores muy humildes y yo terminé una función y el señor va agradece mi show y me da la mano, pero cuando me da la mano me entrega una moneda y dije cómo es posible que me diera una persona tan humilde algo que a lo mejor a él le hace falta”.

“También una niña dándome una rosa en frente del público, un niño que va y me abraza, te felicita, eso para mí significa bastante”.

Dice que por lo regular los títeres no se dejan tocar, la mayoría de los titiriteros trabaja la cuarta pared, pero en este caso él va y deja que el títere se suba al niño, que lo toque e interactúan.

“Ricardo Hilos”, ha recorrido casi todas las colonias de la Capital, ha presentado shows en el estadio, Libre 17, eventos, programas de Gobierno del Estado y Municipal, ha participado en encuentros estatales de teatro.

Así como en el Festival Internacional Tamaulipas, festival Arriba Tamaulipas, en Visitas Guiadas y el Festival Internacional de Títeres Rosete Aranda, el evento más grande de este tema en México.

Pero además de que nació con esta pasión, también ha aprendido de los grandes, como lo son Salvador Díaz Urbina, mejor conocido como “Chava Cuentacuentos”, una persona muy importante que lo guió en esto, también Carlos Converso, Pavel Vangeli, oriundo de República Checa, creador de los mejores títeres del mundo.

El aprender de los mejores también lo motiva a compartir sus conocimientos, “he participado varias veces en el encuentro estatal de teatro Rafael Solano, me gusta mucho trabajar con los niños, yo siento que cambian mucho la visión, lejos de que perjudique les beneficia”.

Actualmente está ensayando una obra con los alumnos Leyla Miranda de la Cruz Banda, Tomás Jaqueline Pesina Trujillo y Alex Bernardo Grimaldo Reséndez de la Escuela primaria “Profesor Aurelio Delgado Rodríguez”.

“Me han mandado niños con problemas de disciplina o que no saben leer, las clases que les doy les sirve mucho, después me agradecen, me dicen que cambian mucho, ya participan y pierden el miedo”.

Comenta que a pesar que todo va evolucionando, la tecnología va de la mano con el arte; “en un principio la mayoría de las personas que nos dedicamos hacer esta labor llegamos a creer que a raíz del Internet el arte iba a desaparecer, pero no, porque va acompañado”.

El teatro es comunicación, y lejos de desaparecer, al contrario, vino en evolución.

Al ser cuestionado si piensa que en la vida real existen títeres en nuestra sociedad… dijo que prefiere omitir su opinión… “es una pregunta muy… hasta se me salió la gotita de sudor”.

“Los títeres aquí están (los señala), éstos son los verdaderos títeres, los que entretienen, educan, divierten, los que fomentan la lectura y te hacen sentir bien”.

Finalmente, Ricardo dice que a su hijo también le gusta mover los hilos y jugar con las marionetas.

“Y quizás mañana, por esa ventana, que muestra el sendero, nos llegue su queja, mientras se aleja El Titiritero”…

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