abril 18, 2024
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octubre 9, 2017 | 621 vistas

Rubén Jasso.-

Cd. Victoria, Tam.- Sencillo en su trato, humilde, amiguero, futbolista y entrenador de box, pero sobre todo un esposo y padre ejemplar, que ha guiado a la familia Peña Rodríguez por el sendero del amor, de la fortaleza y la unión ante cualquier adversidad, depositando siempre su fe en el Supremo Creador para cumplir todos y cada uno de sus sueños.

Él es don Marcelino Peña Reyna, un personaje reconocido no solamente en el medio deportivo de nuestra Ciudad, sino también en otras latitudes, pues su don de gente y buen corazón es una marca indeleble que lo distingue y que le permite gozar del sincero aprecio de quienes lo rodean, ya sean deportistas, entrenadores, dirigentes o padres de familia.

En entrevista con este medio, don Marcelino nos relata varios pasajes de su vida y cómo fue que llegó al pugilismo, deporte al que se resistía porque su gusto por el balompié era mayor, aunque la insistencia de un gran amigo, como lo fue Raymundo Lora Lara (+), terminó por convencerlo para entrar de lleno a esta disciplina.

“El box se me dio cuando yo tenía 41 años, toda mi familia y su servidor siempre hemos sido futbolistas, yo fui banquero también 16 años, estuve de contador en un banco y estuve de cajero en varios bancos, porque siempre me han gustado los números”, dice de entrada.

Su vida laboral lo llevó a Matamoros por un tiempo, pero regresó a Victoria y luego de salir de la institución bancaria donde trabajaba, se desempeñó en otros empleos, aunque reconoce que sus ingresos no le alcanzaban para mantener a su familia, laborando en ese entonces en una tienda de material deportivo y también como entrenador de futbol, hasta que se cruzó en su camino con una persona que cambiaría su vida para siempre.

“Yo pasaba por el parque Praxedis Balboa y ahí había box, estaba el profesor Raymundo Pedro Lora Lara y él me invitó a entrenar, pero yo le decía que era muy tarde para aprender, yo tenía 41 años, pero me volvía a insistir y yo me ‘chiveaba’ porque eran puros muchachos”, recuerda.

El entrenador cubano no cesó en su empeño de “jalar” a don Marcelino al mundo del boxeo, pues veía futuro en él porque era un deportista activo, pero sobre todo por la enorme confianza que le inspiraba a Lora Lara el jefe de la familia Peña Rodríguez.

Don Marcelino comenta que finalmente se animó y empezó a “guantear”, ganándose por completo la confianza del entrenador, quien lo tenía en una alta estima porque también conocía a su familia y siempre le decía que era un buen muchacho, aunque el mismo Lora Lara le hizo ver que por su edad ya no podía participar en competencias, pero le propuso convertirse en formador de niños y jóvenes.

“Entonces le dije ‘yo soy entrenador de futbol’, dice ¿y cuánto te pagan? y le digo ‘pues 30 pesos por niño, pero no me pagan porque son pobres igual que yo’ y me dice: Con eso no le vas a dar de comer a tu familia” y fue entonces que el cubano le insistió con mayor vehemencia, porque deseaba dejar su escuela en alguien de toda su confianza.

Como si fuera ayer, recuerda las palabras del entrenador, “Tú me ganaste ‘Marcelo’ (así le decía) hazme caso, yo he trabajado en varias partes del mundo y he trabajado solo, pero tú me ganaste y el día que me vaya yo quiero dejar mi escuela en ti, te tengo confianza, respeto, conozco a tu familia, el día que yo me vaya de aquí quiero dejar mi escuela en alguien como tú… y pues si me la dejó y se fue, pero no se fue a Cuba, se fue al cielo”, dice, al tiempo que su voz se quiebra al recordar la ausencia de su amigo.

Su agradecimiento con Raymundo Lora Lara es eterno y don Marcelino lo manifiesta. “Le doy gracias a Dios y a él que me haya enseñado, porque cuando yo trabajaba en el banco yo no salía, pero con el box que es mi trabajo, he salido a varias partes de la República y gracias al ‘profe’ yo salí a Cuba dos veces, ahí presenté unos cursos, de alguna manera seguimos aprendiendo, no sabemos nada, pero cómo nos divertimos y hacemos buen trabajo”, dice en tono de broma.

Sobre el cariño y la amistad que mucha gente le expresa, el reconocido entrenador dice sentirse halagado porque es como la cosecha de lo que siempre ha realizado con mucha alegría y una actitud positiva, “Yo creo que el amor, el cariño y el respeto se siembran y de alguna manera uno lo ha sembrado, hay mucha gente aquí en Victoria y le agradezco a Dios, que nos tienen en un gran aprecio, no chocamos con nadie, de alguna manera estamos siempre para darle un consejo a los muchachos, esta es mi segunda casa (Gimnasio de la Udarc), esta es mi casa deportiva y es sagrada”, afirma.

Su faceta como forjador de talentos en el pugilismo la combina con su pasión por el futbol, recordando que hace algún tiempo dirigía al Deportivo Peña en la Liga Zona Centro, donde la base del equipo eran sus hijos, pero desafortunadamente para esta temporada ya no participaron por compromisos de otros jugadores, aunque él se mantiene activo como jugador en la Liga Veteranos.

Con humor, recuerda que toda su familia siempre ha sido muy “futbolera” y todos han trabajado siempre por el mismo objetivo, “Cuando trabajaba en el banco en aquel entonces cerrábamos a las dos de la tarde y yo me quitaba mi corbata, llegaba a la casa y me ponía mi sudadera y mi esposa igual y mis hijos, entrenábamos a las dos y media, de alguna manera disfrazando la diversión quizás con conocimientos empíricos, pero bueno, gracias a Dios siempre fui seleccionado en el banco y participé en estatales bancarios siempre”.

Su pasión por el balompié es tan grande como la seriedad que siempre les inculcó a sus hijos por este deporte, exhortándolos a dar el cien por ciento en cualquier equipo para no ser parte del “montón”.

“Yo les decía: Quiero que el día de mañana sean seleccionados y que en los equipos que estén sean jugadores importantes, porque yo no los quiero ver en la banca aplaudiéndole a otros, yo quiero que ustedes sean pieza clave en su equipo”, explica.

Y es precisamente su inquebrantable fe en el Supremo Creador lo que ha permitido a don Marcelino ver cristalizado cada uno de sus sueños, aunque en tono de broma, dice que hubiera pedido más. “Yo le doy gracias a Dios porque todo lo que le he pedido me lo ha concedido, yo cuando me casé con mi esposa (le dije), yo quiero tener cinco hijos para jugar con ellos, y se me dio, y le he pedido a Dios muchas cosas, nomás en una que yo me equivoqué, (le pedí a Dios) que aunque fuera uno me saliera profesional y me salió el ‘Gullit’, yo le hubiera pedido que todos, porque de alguna manera todos tienen una gran calidad futbolística”.

Con cierto aire de decepción, don Marcelino lamentó que en ocasiones las puertas del balompié profesional se cierran a jóvenes talentosos debido a que en muchas partes anteponen los “compromisos” por encima de lo futbolístico, como le argumentaron a otro de sus hijos en cierto equipo, pero más allá de eso es un hombre profundamente agradecido con la vida por todas las cosas que han vivido.

“Yo le agradezco a Dios que todos mis hijos están bien, que estamos unidos, que la familia es fuerte, que la gente nos aprecia… estamos bendecidos por Dios”, dice plenamente convencido de sus palabras.

Hablar de su hijo el “Gullit” era inevitable durante la charla, pues el victorense ha saboreado las mieles del triunfo principalmente con León, pero también ha tenido que soportar críticas, y es ahí cuando el amor de padre se antepone como un escudo impenetrable para defenderlo contra todo.

“Realmente mi hijo se ha sacrificado igual que todos mis hijos, una vez me dice una persona ‘oiga me da permiso de entrevistarlo con su hijo campeón’ y le dije cuál de todos, porque todos son campeones, y dice ‘el mejor’, le digo todos son mejores, usted dígame nombres y ya dice ‘el Gullit’”.

La separación de Carlos Peña del seno familiar no fue sencilla, dice don Marcelino, pues se fue de 13 años a Pachuca y luego de un año el joven futbolista quería regresarse a Victoria. “Decía que nos extrañaba y le dije no te vengas, qué te daría yo aquí, allá te están dando todo porque tú tienes un don que es el del futbol, no lo desaproveches, sigue adelante con tus cosas”, le aconsejó.

Finalmente el “Gullit” le hizo caso a su padre y luego de debutar con los Tuzos en el máximo circuito, pasó a León, donde logró consolidarse y convertirse en figura al ser pieza clave para el regreso de los Esmeraldas a Primera División en el año 2012.

Y así como ha logrado impregnar de cariño y amor a su familia, sus pupilos en el box son como otros hijos para el entrenador, quien sufre y goza junto a ellos en cada batalla que les toca enfrentar. “Me duele cuando se suben al ring, por eso de alguna manera no les doy solamente el ejercicio físico sino también el cariño como entrenador, porque cuando ganan, ganamos todos, y cuando pierden, perdemos todos, y pues también le sufrimos”.

Al hacer un recuento de sus logros como entrenador de box, don Marcelino se muestra contento y satisfecho porque ha formado campeones pero también excelentes muchachos, mencionando a Omar Fidencio, Alberto Betancourt, Dulce Rosalía, Ricardo Kennet, Francisco Gutiérrez, Luis Enrique y “La Rana” Gorham, pues un tiempo estuvo entrenando con él, entre muchos otros pugilistas que han ganado medallas para Tamaulipas.

Otro logro muy importante para el jefe de la familia Peña Rodríguez fue ver a su hijo participar en un Mundial de Futbol. “Él estuvo ahí, fueron diez minutos, pero al fin un logro muy importante y dentro del aspecto personal pues tener una familia hermosa con todos mis hijos ya casados, tener a mis nietos, cuatro nietas y cuatro nietos”, señala.

Con sencillez, don Marcelino dice que haciendo las cosas bien y siendo positivo, las bendiciones siempre llegarán como así ha sido a lo largo de su vida. “Qué más le puedo pedir a Dios, que me dé salud para seguir dándole amor a mis hijos, a mi esposa y a mi equipo deportivo de box”.

La plática estaba por terminar para darle la oportunidad de continuar entrenando a sus pupilos, no sin antes pedirle que mencionara a cada integrante de su familia, por quienes se levanta a diario y quienes son su mayor motivación para caminar siempre hacia adelante.

“Primero está mi esposa Juana María Rodríguez Castro, el más grande de mis hijos es Marcelino, él tiene tres niños que son excelentes, luego sigue Óscar Félix, él tiene una niña de un año, le sigue Marco Antonio, él me siguió los pasos, trabaja en un banco y tiene un niño, luego sigue Luis Ángel, él está con la escuelita de León allá y tiene una niña hermosa que se llama Reginita y el más chico es el ‘Gullit’ que está en Escocia, él tiene dos niñas, Jimenita y Renata, son cuatro nietos y cuatro nietas”, dice con orgullo don Marcelino, un hombre sencillo, sin poses, sencillo, y quien, sin duda, siempre deja huella en quienes tienen o tenemos, la gran fortuna de tratarlo y entablar una conversación con él.

 

 

 

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