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diciembre 14, 2017 | 170 vistas

MOSCÚ, Rusia, diciembre 13 (AP)

Cuando Rusia salió al rescate de Bashar Assad hace dos años, Vladimir Putin procuraba salvar a un aliado que se derrumbaba y romper el aislamiento de Moscú derivado de la crisis de Ucrania.

Logró mucho más que eso y hoy el Presidente ruso es una figura clave en el Medio Oriente, que ha negociado acuerdos con centros regionales de poder, desde Irán a Arabia Saudita, Turquía a Israel. Todo esto le da a Rusia un peso que no tuvo ni siquiera en la época de la Unión Soviética durante la Guerra Fría.

Lo consiguió sin grandes éxitos y con una fuerte dosis de audacia.

“Putin está decidido a darle nuevamente un papel prominente a Rusia como potencia mundial… y el Medio Oriente es la región donde más potencial tiene Rusia, en parte porque la Unión Soviética tuvo un papel importante en su momento”, comentó William Courtney, de la RAND Corporation.

Con algunas docenas de aviones y varios miles de soldados, Rusia intervino en la guerra de Siria y siguió adelante con su campaña en medio de denuncias internacionales y de críticas por las bajas civiles.

La osada intervención rusa en Siria se produjo en momentos en que Estados Unidos, bajo el gobierno de Barack Obama, evitaba involucrarse militarmente y se veía envuelto en disputas con aliados como Israel y Arabia Saudita. A la luz de las incoherentes políticas de Donald Trump y de su énfasis en mirar hacia adentro, no hacia afuera, las maniobras rusas se tornaron más punzantes todavía.

La creciente presencia de Putin en la región se hizo evidente el lunes, en que el líder ruso pasó por Siria, Egipto y Turquía, tras anunciar que buscaría la reelección para otro período de seis años en marzo.

Hablando ante soldados rusos en la pista de la base aérea de Hemeimeem en Siria, Putin declaró victoria sobre la organización Estado Islámico y los rebeldes sirios, al tiempo que anunció el inicio de un retiro de efectivos rusos de Siria. En Egipto firmó un acuerdo para la construcción de un reactor nuclear y trató de fortalecer su relación con una potencia regional importante, que en los tres últimos años invirtió fortunas en armamentos rusos. Y en Turquía, miembro de la OTAN, pareció sintonizar en muchas áreas con el hombre fuerte de ese país, Recep Tayyip Erdogan, incluida la oposición a la mudanza de la embajada estadounidense en Israel a Jerusalén anunciada por Donald Trump, que ha irritado a toda la región.

Putin fue criticado en el pasado por su apego a una Realpolitik del siglo XIX caracterizada por el cinismo. Ese enfoque, no obstante, rindió dividendos en Siria, donde supo manejar intereses contrapuestos y llegar a acuerdos con distintos sectores.

Rescató a un gobierno de Assad que estaba a punto de derrumbarse ante la presión de Estado Islámico, milicias fieles a Al Qaeda y grupos rebeldes aliados con Arabia Saudita, Catar, Turquía y otros.

Muchos en Occidente pensaron que Siria sería otro Afganistán para Rusia, que en la era soviética hizo una intervención en ese país que generó enormes pérdidas y culminó con una humillante retirada en 1989. Putin dejó en claro que no permitiría que eso se repitiese.

Rusia exhibió en Siria un ejército con tecnología moderna, bien entrenado, con uniformes vistosos, y orgulloso de su misión.

“Putin supo explicarle a los rusos por qué Siria era importante y también demostró que no iba a ser otro Afganistán”, señaló Dmitry Trenin, director del Carnegie Center de Moscú, en declaraciones a la Associated Press.

Al declarar la victoria en Siria, Putin no ocultó que Rusia piensa conservar una presencia importante allí. Se propone ampliar la base aérea y renovar el puerto de Tartus, para que pueda recibir barcos más grandes.

También llegó a un principio de acuerdo con Egipto para que le permita a sus aviones de combate usar bases allí.

Courtney, el analista de RAND, cree que, a pesar de todos los progresos, Rusia seguirá teniendo una influencia relativa en la región, más que nada como abastecedor de armas, porque no tiene los recursos ni la capacidad para reconstruir o construir naciones.

“El desafío de Putin es hacer que su fuerza militar y su provisión de armas generen un éxito duradero, y no vemos cómo Rusia lo va a lograr”, comentó.

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