marzo 28, 2024
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enero 23, 2018 | 171 vistas

SANTIAGO DE CHILE (AP) – Decía que durante el medio siglo la poesía fue el «paraíso del tonto solemne», hasta que llegó con su montaña rusa.

«Suban, si les parece», invitaba a Nicanor Parra. «Claro que yo no respondo si bajan echando sangre por la boca y narices».

Parra, el legendario poeta chileno fallecido el martes a los 103 años, desafiaba los convencionalismos.

Además de que fue un escéptico por formación, que estudió matemática y física, jugaba hasta el extremo con el lenguaje en lo que él mismo llamó su «antipoesía». Cruzar la línea con su lógica irreverente, irónica, mordaz y que tratar de amoldar a las diferentes situaciones.

Se apaga la luz del que se proclamaba una «antipoeta», ganador del premio Cervantes 2011 y candidato perenne al Nobel, nacido en un país de genios en las metáforas y que escribía, según proclamaba, para «el grueso del público».

Su primer libro, «Cancionero sin nombre», vio la luz en 1937 y en 1954 lanzó «Poemas y antipoemas», con el que rompió moldes, paradigmas y esquemas.

«Como su nombre lo indica / el Capitalismo está condenado / a la pena capital: / crímenes ecológicos imperdonables / y el socialismo burrocrático / no lo hace nada más que lo peor», escribió casi tres décadas después de sus primeros poemarios en su obra «Ecopoemas».

También incursionó en exposiciones artísticas irreverentes, como una en el que se mostraban los chilenos colgados por el cuello, y otra en la que se exhibía una cruz semejante a la de Cristo, con la leyenda «Voy y vuelvo». En una oportunidad para urinarios para montar una muestra de arte.

Sus 90 años los celebró con una exposición en la galería del palacio de gobierno de La Moneda, donde colgó las figuras de tamaño natural de los expresidentes. También llegó a exponer un ataúd con un manubrio en su interior y en la tapa se leía: «Por si acaso».

Fue profesor de matemáticas y física en una escuela secundaria y enseñanza mecánica racional en la Universidad de Chile, en 1946. Usualmente antagónicas, en Parra las letras y los números se complementaban.

Algunos de sus antipoemas también se encuentran en: «La cueca larga», 1958; «Antipoemas», 1960; «Versos de salón», 1962; «Manifiestos», 1963; «Canciones rusas», 1967; «Obra gruesa», 1969; «Los profesores», 1971; «Artefactos», 1972; «Sermones y Prédicas del Cristo de Elqui», 1979; «El Anti-Lázaro», 1981; «Poema y Antipoema de Eduardo Frei», 1982; «Chistes para desorientar a la poesía», 1982; «Poesía política», 1983, «Hojas de Parra», 1985 «y» Poemas para combatir la calvicie «, 1993.

Entre sus muchos reconocimientos están el Premio Nacional de Literatura, en 1969; el Premio Juan Rulfo, en 1991; La Medalla Gabriela Mistral, en 1997; y el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, en 2001. En 2011 fue distinguido con el Premio Miguel de Cervantes, el más importante de la lengua española, y el año siguiente obtuvo el Premio Iberoamericano de Literatura Pablo Neruda. Y en varias ocasiones llegó a sonar como posible candidato al Nobel de Literatura.

Parra se dio el lujo de enviar a su nieto Cristóbal Ugarte a recibir el Cervantes de manos de los Príncipes de Asturias. El nieto luego se convirtió en su vocero.

Aunque a primera vista Parra lucía como el perfecto izquierdista con su cabello gris y ropa holgada, llegó a enfrentar problemas con la izquierda por algunos contactos que hizo a Estados Unidos.

En 1971 participó en Washington en un encuentro cultural patrocinado por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos y junto a otros intelectuales visitó la Casa Blanca, donde fue recibido por Pat Nixon, esposa del entonces presidente Richard Nixon.

La izquierda en Chile y otros lugares como Cuba condenó furiosa esa visita.

Pero Parra se negó a ser clasificado: «No soy ni derechista ni izquierdista. Rompo con todo», explicó en una ocasión. «La izquierda y la derecha unidas, jamás serán vencidas», dijo en otra oportunidad.

No faltaron quienes lo criticaron por no pronunciarse contra la cruenta dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).

Parra nació el 5 de septiembre de 1914 en el seno de una talentosa y prolífica familia de ocho hermanos que incluyó a los famosos folcloristas Violeta y Roberto Parra.

Después de publicar «Cancionero sin nombre», obtuvo su primer título académico en matemáticas en la Universidad de Chile. En 1943 fue un estudio tres años de física en la Universidad de Brown en Estados Unidos y tras un breve regreso a Chile se trasladó a Oxford a estudiar cosmología. Fue profesor en las universidades estadounidenses de Columbia, Yale, Nueva York y Louisville.

Los últimos años de su vida los disfrutó en la paz de su casa del puerto de Las Cruces, 132 kilómetros al noroeste de Santiago.

Al cumplir un siglo de vida, no se ha dejado ver, pese a las muchas personas y grupos de artistas que acudieron a un certamen, aunque la tarde fue recibida por Michelle Bachelet y el gobierno se encargó de difundir las fotografías de ambos.

Decenas de millas de chilenos celebraron sus 100 años leyendo el antipoema «El hombre invisible».

Parra escribió hace 49 años «Últimas instrucciones», considerado un virtual testamento sobre cómo quería su funeral. Solicitaba, en primer lugar, ser velado al aire libre en La Reina, la comunidad de medios de comunicación donde vivió muchos años de su juventud y los últimos meses de su vida.

«Cuidadito CON velarme en el salón De honor De la universidad o en la Caza del Ezcritor», advierten sus versos.

También pedía varios objetos que debían estar presentes en su velorio: «Un par de zapatos de fútbol, ​​una bacinica floreada, gafas negras y un ejemplar de la biblia».

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