abril 19, 2024
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Indígena totonaca aprendió español sin escuela

abril 10, 2018 | 654 vistas

Papantla, Ver., 10 Abr (Notimex).- Sonriente, pero por los nervios que le provoca hablar en español y no en su lengua originaria, el totonaco, Sabina Santes Villanueva saluda a propios y extraños que se acercan a ella, el objetivo es compartir el orgullo que siente por ser totonaca.

Ella, como la mayoría de las mujeres adultas, no tuvo la oportunidad de ir a la escuela y no sabe escribir ni leer, pero de manera empírica y por necesidad tuvo que aprender a hablar español y contar para que no le den de menos cuando paga en el mercado.

“Casi no voy a la plaza porque tenemos todo en casa, maíz, pollo, chile, calabaza, pero es necesario, tengo que ir sola porque mi esposo está trabajando y mis hijos (cinco en total) viven aparte”, compartió Santes Villanueva, de 73 años de edad.

Sentada sobre una silla de palma, Sabina no quiere hablar mucho porque dice: Ahí está la nana Luciana, ella sabe más. Sin embargo, es su miedo a no responder correctamente la que la lleva a expresarse así.

Ante la insistencia de entablar una charla con ella, quien se encuentra esperando el arribo de la escultura de San José, que anda peregrinando por la comunidad de El Tajín, la indígena totonaca aprieta sus manos, sigue nerviosa, pero con ganas de platicar.

“No fui a la escuela y no entiendo mucho, no sé quien tuvo la culpa, si mi papá o mi mamá. Ellos pensaban que los muchachos (hombres) sí tenían que ir y que las mujeres teníamos que aprender a cocinar, lavar, bordar y a cuidar a los hijos, yo fui la mayor de 13 hijos y tuve que ayudarle a mi mamá”, compartió.

Luciendo una falda color verde, una blusa blanca con bordados de flores y un quexquémitl, que va fajado con la falda, Sabina Santes Villanueva dice que lo que más le gusta de lo aprendido de su abuela y mamá fue el bordado, porque le gustan mucho las flores.

“Yo lo bordo por ratitos, entre que les doy de comer a los pollos y voy a ver la milpa. Solo tengo dos trajes, uno traigo puesto y otro lo lavo para el otro día”, dijo justo antes de que uno de los abuelos del Kantillan (Casa de los abuelos) se acercara a ella para darle indicaciones sobre la próxima celebración eucarística.

Santes Villanueva sabe que los españoles colonizaron parte de México y por eso adoran a santos como San José, pero asegura que eso no la hace dejar de creer en los Dioses del agua, el viento, el fuego y tierra, y además de realizar continuos rituales para ellos, los evocan a través de sus coloridos atuendos.

“Son diseños nuestros y representan las flores, el campo, el sol, la luna y el agua porque eso es parte de nuestros Dioses”, comentó Sabina, quien aprendió a hablar español de manera empírica y escuchando las conversaciones de otros.

Al hablar de cómo es un día cotidiano para ella, compartió que cría pollos y puercos, además de ayudarle a su esposo en la cosecha de milpa, que por ahora, aseguró, está chiquita y no puede venderse, pero sí sirve para darle de comer a sus animalitos.

“Criar pollo es muy bonito porque tienes huevo y puede matar uno y hacer un caldo o mole si tienes fiesta”, agregó Sabina, para quien tener una estufa sería su sueño más grande, pues cocina tanto para ella como para su esposo de 76 años, con el comal de barro que tiene dentro de su hogar, una comunidad muy cercana a la zona arqueológica El Tajín.

Aunque no le da importancia, Sabina sabe que cocinar con leña dentro de su casa no es bueno, pues le ha traído complicaciones a sus vías respiratorias, pero dice: Así me enseñaron mi mamá y mi abuelita, y no sé cocinar de otra manera.

 

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