marzo 28, 2024
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abril 10, 2018 | 186 vistas

México, 10 Abr (Notimex).- Hace dos años, desde el inicio de su campaña electoral por la presidencia de los Estados Unidos de América, el entonces candidato Donald Trump usó como tema de sus discursos la construcción de un muro fronterizo con nuestro país, habida cuenta que “somos un pueblo de migrantes salvajes, de delincuentes, de violadores, de productores y traficantes de drogas, etc.”

Es bien sabido que los Estados Unidos tienen intereses en muchísimos países del planeta.

Pero para Trump, hasta la fecha no existen problemas, rivalidades, contratiempos, adversidades o contrariedades con Rusia, China, Siria, Irak, Corea del Norte y otros países de Europa, Centro y Sudamérica. Sólo existe México en su cabecita, el muro, los migrantes violadores y traficantes, y punto.

Esta afectación conductual se llama “TOC” (trastorno obsesivo compulsivo). Y dice la ciencia que es un trastorno de ansiedad, caracterizado por pensamientos intrusivos, recurrentes y persistentes, que producen inquietud, aprensión, temor o preocupación, y conductas repetitivas denominadas compulsiones, dirigidas a reducir la ansiedad asociada.

Tampoco digo que este tema sea exclusivo del actual mandatario estadounidense.

Si ya de por sí, él ha logrado despertar ese gen racista que dormía en la mayoría de su pueblo, desde hace cientos de años los norteamericanos han volteado hacia el sur, buscando las riquezas, abundancias y el buen clima de nuestro país, y muchos intentos han hecho para adueñarse de más de la mitad de lo que fue, en su momento, el territorio mexicano.

Hagamos un poco de historia relacionada con esa zona fronteriza que siempre ha sido codiciada, y con los intentos de apropiarse del territorio mexicano desde hace más de 200 años.

Corría el año de 1799. Ciudadanos estadunidenses siguiendo una instrucción de Thomas Jefferson y encabezados por Philip Nolan, invadieron el norte del Virreinato de Nueva España. (Testimonio del historiador y pedagogo cubano Ramiro Guerra Sánchez).

Cinco años después, en 1804, el expresidente John Adams expresó que “la gente de Kentucky está llena de ansias de empresa y aunque no es pobre, siente la misma avidez de saqueo que dominó a los romanos en sus mejores tiempos. México centellea ante nuestros ojos. Lo único que esperamos es ser dueños del mundo”.

Esa fue una de las primeras expresiones referidas a las ansias de posesión de aquellos territorios, todavía colonias de España.

Dos años después, en 1806, tropas estadunidenses al mando del capitán Z. M. Pike, cumpliendo órdenes del general James Wilkinson, ocuparon el nacimiento del Río Grande bajo soberanía española.

En 1810 se produce el grito de libertad de Miguel Hidalgo contra el dominio español.

En 1819, el comerciante estadunidense James Long, de Natchez, Louisiana, y de común acuerdo con el refugiado Bernardo Gutiérrez de Lara, al frente de 300 hombres, constituyó un gobierno provisional en Texas, declaró su independencia del dominio español y promulgó medidas para el reparto de tierras públicas en aras de atraer adeptos a sus planes secesionistas. Fueron derrotados por las fuerzas españolas.

Un año después Moses Austin recibió de parte de las autoridades coloniales del Virreinato de Nueva España una concesión de tierras con el permiso de introducir 300 colonos con sus familias.

Según narra Ramiro Guerra, “la población de San Felipe de Austin, fundada en 1823, fue la cabecera de la colonia y el centro de la influencia norteamericana en Texas”. A partir de entonces el territorio comenzó a ser reclamado como norteamericano.

La guerra de agresión expansionista de Estados Unidos contra México supuso la pérdida más de 2 millones de kilómetros cuadrados de territorio mexicano.

En 1825, el ministro de Estados Unidos Joel R. Poinsett, marchó hacia México con instrucciones de intentar comprar el territorio de Texas y organizó el llamado «partido americano» (también conocido como “los yorkinos”).

Dicho partido estaba dirigido a agrupar a los mexicanos partidarios del vecino del norte, que se convirtieron en una quinta columna que actuaba a favor de Estados Unidos. Poinsett continuó estimulando a los “yorkinos” para lograr el control político de la nueva nación.

En Estados Unidos cobraban fuerza los grupos políticos representados por el senador Thomas H. Benton y el general Andrew Jackson, futuro presidente, que reafirmaban el derecho estadunidense sobre Texas.

Entre los años 1828 y 1830, el gobierno mexicano, presidido por Guadalupe Victoria, Vicente Guerrero y José María Bocanegra, y augurando que en el caso de Texas se aplicarían métodos semejantes a los utilizados en la Florida, como estimular revueltas a favor de la independencia de los territorios y solicitar la anexión a Estados Unidos, comenzó a limitar la inmigración estadunidense en territorio texano y prohibir la esclavitud en aquellos territorios.

El historiador Ramón Guerra sigue narrando: “La lucha franca y abierta entre mexicanos y norteamericanos se inició tan pronto como los primeros quisieron hacer efectivas estas disposiciones legales. Desde 1831 ya hubo desórdenes; al año siguiente culminaron en agudo conflicto”.

El arribo de Andrew Jackson a la presidencia en Estados Unidos en 1829 y la agresiva política seguida para obtener Texas a través de cualquier procedimiento, tensó la situación con México. Inmediatamente envió a Samuel Houston al territorio de Texas para organizar a los colonos sublevados contra las autoridades mexicanas.

En 1833, Houston hizo que los texanos aprobaran una Constitución y si no se rompió de manera definitiva con México, fue porque los preparativos militares no estaban terminados. Todo quedó listo para la ruptura en el momento oportuno.

En noviembre de 1835 se organiza el primer gobierno texano. Sam Houston fue nombrado general en jefe del Ejército, formado por los voluntarios reclutados en las principales ciudades estadunidenses.

Por su parte, México se debatía en luchas internas, entre las facciones yorkinas y escocesas.

Entre 1833 y 1855 la presidencia de la República pasaba en un santiamén de Manuel Gómez Pedraza, a Valentín Gómez Farías (3 veces), a Antonio López de Santa Anna (11 veces), a Francisco Barragán, a José Justo Corro, a Anastasio Bustamante (3 veces), Nicolás Bravo (3 veces) y Valentín Canalizo (2 veces).

Y Francisco Javier Echeverría, José Joaquín de Herrera (2 veces), Gabriel Valencia, Mariano Paredes Arrillaga, José Mariano Salas, Pedro María Anaya, Manuel de la Peña y Peña (2 veces), Mariano Arista, Juan Bautista Ceballos y Manuel Lombardini.

Un gobierno con tantos cambios de actuar y teniendo encima una tremenda presión de los norteños, dejaba mucho que desear. Les importaba más ocupar la silla presidencial que defender el territorio nacional.

De Nueva Orleans y Nueva York salieron buques cargados de armas. En todo el sur de Estados Unidos se celebraban reuniones públicas para la recolección de fondos. Esas fuerzas eran respaldadas por tropas estadunidenses al mando del general Edmundo Gaines, que penetraron hasta Nacogdoches, en la profundidad del territorio mexicano.

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