abril 26, 2024
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junio 20, 2018 | 300 vistas

Roma, 20 Jun (Notimex).- La contaminación del agua por prácticas agrícolas insostenibles plantea una grave amenaza para la salud humana y los ecosistemas y es un problema que a menudo subestiman tanto los responsables de las políticas como los agricultores, alertó un informe publicado hoy por la FAO.

En muchos países, la mayor fuente de contaminación del agua es la agricultura, no las ciudades o la industria, mientras que, a nivel mundial, el contaminante químico más común en los acuíferos subterráneos son los nitratos procedentes de la actividad agrícola, advirtió el informe.

Presentado por la FAO y el Instituto Internacional para el Manejo del Agua (IVMI) en una conferencia que se celebra en Tayikistán (19-22 de junio), el reporte dijo que la agricultura moderna es responsable del vertido de grandes cantidades de agroquímicos, materia orgánica, sedimentos y sales en los cuerpos de agua.

El informe, titulado “Más gente, más alimentos, ¿peor agua? Un examen mundial de la contaminación del agua de la agricultura”, resaltó que esta contaminación afecta a miles de millones de personas y genera costos anuales que superan miles de millones de dólares.

“La agricultura es el mayor productor de aguas residuales, por volumen, y el ganado genera muchas más excreciones que los humanos. A medida que se ha intensificado el uso de la tierra, los países han aumentado enormemente el uso de pesticidas sintéticos, fertilizantes y otros insumos”, señalaron Eduardo Mansur, directorde Tierras y Aguas de la FAO, y Claudia Sadoff, directora general del IWMI.

En su introducción al informe señalaron que «si bien estos insumos han ayudado a impulsar la producción alimentaria, también han dado lugar a amenazas ambientales, así como a posibles problemas de salud humana”.

Los contaminantes agrícolas más preocupantes para la salud humana son los patógenos del ganado, plaguicidas, nitratos en las aguas subterráneas, oligoelementos metálicos y los contaminantes emergentes, incluidos los antibióticos y los genes resistentes a los antibióticos excretados por el ganado.

El nuevo informe representa el examen más completo de la dispersa literatura científica sobre el tema realizado hasta la fecha, y tiene como objetivo colmar lagunas de información y diseñar soluciones a nivel de políticas y de las explotaciones agrícolas en una única referencia consolidada, aseguró la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en un comunicado.

Según el reporte, el auge de la productividad agrícola mundial que siguió a la Segunda Guerra Mundial se logró en gran parte a través del uso intensivo de insumos, como plaguicidas y fertilizantes químicos.

Desde 1960, dijo, el uso de fertilizantes minerales se ha multiplicado por 10, mientras que desde 1970 las ventas mundiales de plaguicidas pasaron de cerca de mil millones de dólares anuales, a 35 mil millones de dólares al año.

En tanto la intensificación de la producción pecuaria -el número mundial de cabezas de ganado se ha más que triplicado desde 1970- ha visto surgir una nueva clase de contaminantes: antibióticos, vacunas y promotores hormonales del crecimiento que viajan a través del agua desde las granjas a los ecosistemas y al agua que bebemos.

Al mismo tiempo, la contaminación del agua por materia orgánica procedente de la ganadería está hoy mucho más extendida que la contaminación orgánica derivada de las áreas urbanas.

Y otro sector en auge, la acuicultura (que se ha multiplicado por 20 desde 1980) está ahora liberando cantidades cada vez mayores de excrementos de peces, piensos no consumidos, antibióticos, fungicidas y agentes antiincrustantes en las aguas superficiales.

La contaminación del agua por parte de la agricultura es un desafío complejo y su gestión eficaz requiere diversas respuestas, según el estudio Más gente, más alimentos, ¿peor agua?.

Dijo que la forma más eficaz de mitigar la presión sobre los ecosistemas acuáticos y rurales es limitar la emisión de contaminantes en el origen, o interceptarlos antes de que lleguen a los ecosistemas vulnerables. Una vez fuera de las explotaciones, los costos de reparación aumentan progresivamente.

Una forma de hacerlo es desarrollar políticas e incentivos que alienten a las personas a adoptar dietas más sostenibles y limitar los aumentos en la demanda de alimentos con gran huella ambiental, por ejemplo, a través de impuestos y subsidios.

A nivel del consumidor, puede resultar útil reducir el desperdicio de alimentos. Un estudio incluido en el informe estima que la contaminación por nitrógeno a partir del desperdicio de alimentos suma hasta 6.3 teragramos por año.

Los instrumentos normativos “tradicionales” seguirán siendo también una herramienta clave para reducir los productos contaminantes agrícolas.

Estos incluyen estándares de calidad del agua; permisos de vertido de contaminantes; mejores prácticas obligatorias; evaluaciones de impacto ambiental para ciertas actividades agrícolas; zonas tampón alrededor de las explotaciones; restricciones a las prácticas agrícolas o la ubicación de las granjas; y límites en la comercialización y venta de productos peligrosos.

Sin embargo, el informe reconoce que principios bien conocidos para reducir la contaminación, como “el que contamina, paga”, son difíciles de aplicar a la contaminación agrícola no puntual, ya que identificar de los verdaderos responsables no es fácil ni barato.

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