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junio 28, 2018 | 124 vistas

SANTIAGO DE CHILE (AP) — Tras una larga jornada de trabajo, Sofía Brito se quedó dormida en un sillón de la oficina del Tribunal Constitucional. Poco después despertó abruptamente: el profesor con el que había estado trabajando todo el día se encontraba encima de ella, acariciándole el cabello.

La joven de 24 años venció el miedo inicial que sintió tras ser agredida por uno de los profesores con más prestigio en Chile en ese momento y también presidente del Tribunal y lo denunció por acoso sexual. Era agosto de 2017.

La alumna de quinto año de Derecho de la Universidad de Chile recuerda en su denuncia que el 31 de julio de 2017, dos semanas antes del episodio de acoso, sentía una “cercanía inadecuada en zonas íntimas” de parte del profesor Carlos Carmona, entonces presidente del poderoso Tribunal Constitucional y académico en tres planteles superiores, como un día que se agachó y se puso muy cerca de su trasero para supuestamente mostrarle dónde tenía una mancha de chocolate. Brito había sido su ayudante durante dos años.

Después de un proceso de casi ocho meses, la Universidad de Chile sancionó a Carmona -quien no ha hablado públicamente del caso- con tres meses de suspensión por “falta a la probidad”. Brito fue informada de la sanción el 27 de abril de 2018. Horas después sus compañeras ocuparon la facultad en demanda de reglamentos efectivos para prevenir el acoso y abuso sexual y a favor de una educación no sexista.

En cuestión de días la acción se replicó y mujeres estudiantes tomaron una veintena de planteles de educación superior en todo el país, en lo que para algunos se ha vuelto el mayor movimiento feminista en la historia reciente en Chile y que ahora desafía al gobierno del conservador Sebastián Piñera a que haga ajustes para evitar la discriminación y el acoso.

El movimiento sumó recientemente otras demandas concretas a Piñera: remover a los ministros de Salud, Emilio Santelices, y de Educación, Gerardo Varela. El primero porque modificó un decreto para permitir a hospitales y clínicas privadas que reciben recursos estales a no practicar abortos pese a que la ley lo permite en algunos casos y al segundo por minimizar las denuncias de acoso.

A casi dos meses del inicio de las tomas feministas tres universidades están completamente paralizadas al igual que 27 facultades, donde no hay clases. No ha habido intento de las autoridades por desalojarlas.

“Es un nuevo impulso del movimiento de mujeres en Chile”, dijo Carmen Andrade, experta en temas de igualdad y género de la Universidad de Chile. “A diferencia de lo que ha ocurrido en otras épocas, ahora se define claramente como feminista”.

Para ella, la Universidad en Chile es un microcosmos del país en términos de desigualdad.

“Estas prácticas machistas que nosotras tenemos que aceptar cotidianamente no son naturales ni normales sino que tienen que cuestionarse en todo su trasfondo de una manera estructural”, dijo Brito a The Associated Press.

Las dirigentes del movimiento consideran que los actuales reglamentos contra el abuso y los que tienen las universidades estatales son insuficientes. Hace poco, Piñera ordenó acelerar un estudio para reformar o crear nuevos protocolos. De los 60 planteles de educación superior sólo siete tienen su propio reglamento, incluida la universidad a la que concurre Brito.

La joven denunció su caso apelando al protocolo de la universidad y desechó el de la facultad, en parte porque temía que se designara como fiscal a un colega de Carmona que lo beneficiara.

Sin embargo, el protocolo de la universidad sólo contempla el abuso o acoso sexual entre profesores o funcionarios del plantel, no de docentes a estudiantes, de ahí que Carmona sólo fuera sancionado por “falta a la probidad”. Brito confía en que el movimiento lleve a que se ajuste el reglamento.

Para el psicólogo social Giorgio Agostini, el mundo universitario era un “caldo de cultivo” y el acoso de Brito fue el detonador para que otras mujeres se pronunciaran.

“Nos fuimos dando cuenta que todas teníamos los mismos problemas”, dijo a AP Amanda Mitrovic, vocera de la Coordinadora Feminista Universitaria, uno de los grupos que actualmente encabeza el movimiento. “Ahora pedimos soluciones a nivel país… tenemos que reestructurar y repensar toda la educación en Chile”.

Según diversas encuestas, el movimiento cuenta con el respaldo de más de la mitad de la ciudadanía.

El movimiento ya ha tenido eco en algunos espacios de la sociedad chilena: el Poder Judicial aprobó el 22 de junio un protocolo para prevenir, denunciar y garantizar un debido proceso en casos de abuso y acoso. Además, el gobierno ha enviado a las escuelas sugerencias para elaborar reglamentos en la materia.

Lo ocurrido en Chile se da en momentos que surgen otros movimientos feministas en el continente, como el “Ni una menos” en Argentina para protestar contra los feminicidios o el “Me too” (“Yo también”) de Estados Unidos para denunciar el acoso o abuso que actrices han sufrido a lo largo de sus carreras.

En Chile, Brito es identificada como el rostro del movimiento de mujeres, pero ella misma se encarga de aclarar que 10 días antes de la toma de su escuela ocurrió una ocupación por violencia machista en la Universidad Austral, en el sur, que no contó con la suficiente cobertura de prensa para ser el detonante de las demandas feministas.

Dijo que muchas alumnas aún no denuncian, “porque saben que es un procedimiento sumamente revictimizante”.

“Tengo mucho miedo de todo lo que esto pueda ocasionar, pero no puedo seguir quedándome callada”, escribió en su denuncia.

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