abril 19, 2024
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octubre 16, 2018 | 93 vistas

Mauricio Zapata.-

Cd. Victoria, Tam.- Los protagonistas iban con el rostro desencajado. Algunos molestos y otros porque siguen sufriendo su pérdida.

Fueron dos foros, pero la misma exigencia: justicia.

Uno fue en el norte de la Ciudad. El otro más al sureste.

En los dos hubo el mismo discurso; en los dos hubo las mismas plegarias; en los dos hubo presencia del próximo gobierno federal, en los dos había víctimas y familiares de víctimas.

Y los dos fueron prácticamente a la misma hora.

En uno, llegaron al salón del Instituto de Ciencias y Estudios Superiores de Tamaulipas (ICEST), colocaron cartulinas pidiendo justicia con las fotos de su familiar perdido.

Eran carteles con el retrato de una víctima de la inseguridad, el nombre, la fecha y el municipio de donde desaparecieron.

Las familias, muchas de ellas ataviadas en color negro. Guardando un luto, un luto que en muchos casos se ha alargado por más de cinco, seis, siete o hasta ocho años.

Hasta allá arribaría quien será el próximo secretario de Seguridad Pública del Gobierno mexicano, Alfonso Durazo.

NO ENCUENTRAN ALIVIO

El foro que se había cancelado, y después reactivado y que después volvió a ser cancelado, finalmente se realizó. A puerta cerrada, según los organizadores por petición de los propios asistentes, es decir, las víctimas de la violencia e inseguridad.

Su rostro no cambió ni por la promesa de que el próximo gobierno les hará justicia y les ayudará a resolver su enigma.

Fue un foro en el que no se presentaron propuestas para poder pacificar el estado, sino más bien, fue para escuchar la queja de los familiares que no han podido saber nada de su familiar desaparecido.

Fue un foro en el que no se habló de las estrategias para poder pacificar al país y al estado, sino más bien para escuchar el clamor general: “¡queremos justicia!”.

Muchos viajaron desde diversos municipios de la entidad. La esperanza no ha muerto para ellos puesto que siguen buscando a sus hijos, a sus papás, a sus sobrinos, incluso a sus madres.

“La esperanza es lo último que muere, pero ya no tenemos esperanzas en los gobiernos, eso es lo malo”, comentó una señora. No quiso dar su nombre, pero en su pecho colgaba una cartulina con el nombre de Iván, un joven de unos 21 años. Se ve alegre en la foto. Lleva un uniforme escolar.

Él desapareció, según la propia cartulina, en el municipio de San Fernando en abril de 2011. A siete años de distancia, la esperanza por encontrarlo no ha muerto, incluso mantiene viva la esperanza de que alguna autoridad los ayude a dar con él.

 

CHARLAS EN PRIVADO

Nadie contó en público la historia personal ni el trato recibido por las autoridades de los gobiernos actuales o anteriores.

Pero en lo privado, sí. Con las puertas cerradas narraron su problema y pidieron una vez más la ayuda que exigen, desde hace muchos años y que hasta hoy no han encontrado.

Otro señor llevaba como collar un cartel colgado al cuello. Son dos personas, dos menores de edad que sigue buscando desde el uno de septiembre de 2011. Vestía de gris. A lo lejos se ve cómo cuenta algo, cómo manotea y cómo se le mojan los ojos de lágrimas, Se sentó con el mismo rostro que cuando se paró, es decir, con el rostro lleno de incertidumbre.

La tónica fue la misma. Familiares de desaparecidos clamando ayuda y justicia.

Los foros se organizaron para escuchar propuestas que ayuden a pacificar al país,  sin embargo, en Tamaulipas lo único que sonó fuerte son los lamentos de aquellos que han sido ignorados y que buscan a alguien; que han sufrido y padecido la inseguridad, pero que no han encontrado la paz.

 

AL OTRO LADO DE LA CIUDAD

Al otro lado de la ciudad, justo en la punta noroeste de la Capital de Tamaulipas, se contaban prácticamente las mismas historias y las mismas exigencias.

Allí, en una universidad privada, llegó el fundador de las autodefensas en el estado de Michoacán, José Manuel Mireles. Contó su historia, contó lo que ha tenido que hacer en su entidad y contó lo que los demás han oído de otras voces: compasión, pero solo eso.

Allí también llegaron las víctimas de la violencia. Y llegaron para hacer lo mismo: platicar su historia y pedir ayuda y justicia.

Más o menos era el mismo número de personas que en el otro foro. Eran los mismos rostros lastimados por la inseguridad. Eran los mismos gritos y casi, casi los mismos carteles.

Al igual que el otro foro hubo más historias que propuestas. Hubo más lamentaciones que posibles soluciones. Hubo más compasión momentánea que planteamientos para resolver el problema.

No se habló de perdones ni olvidos. No se habló de cómo solucionar el problema, al menos no en el foro o en la reunión con las víctimas.

 

UN SOLO GRITO

En el norte, como en el sur, solo se recordaron unos a otros el daño que les ha hecho la inseguridad, la violencia y la impunidad.

En el norte, como en el sur, solo se recordó que su familiar sigue desaparecido y que no hay rastros de él o de ella, pero que las familias los siguen buscando.

En el norte como en el sur, no hubo soluciones, sin embargo, siguen con la esperanza de que algún día lo podría haber.

Fueron dos foros con la misma temática y la misma respuesta. Fueron dos foros, que si bien se encontraban lejos uno del otro, el grito se escuchó por todos lados: justicia.

 

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