abril 26, 2024
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noviembre 5, 2018 | 368 vistas

Shalma Castillo.-

Una bicicleta y una vitrina forman parte de su equipo…

Desde hace más de 50 años, en su infancia, comenzó en el negocio.

Para ese entonces sus tíos ya recorrían las calles de Victoria, ofreciendo tortas y garnachas…

De carne de picadillo, aguacate con jamón. Siempre ha habido clientela…

Juan Martínez Medrano comparte este honroso quehacer, que ha dado gusto al paladar de los victorenses por varias generaciones.

Hace un alto en su diario trajinar, a la sombra de los nogales, palmas y cedros que forman un bello marco natural, ahí en el Paseo Pedro José Méndez, para compartir su experiencia.

“Esto es parte de mi familia, es un negocio que iniciaron mis tíos, que he continuado, y de donde ha salido para mantener y dar estudio a mis hijos”, confiesa.

Con la seguridad de lo que hace, sostiene que prefiere seguir vendiendo sus productos antes que buscar otro empleo…

Seguridad y confianza en su labor, sabe que trajo, la torta bajo el brazo…

 

UNA TRADICIÓN FAMILIAR

Primero los tíos, luego el papá, sus hermanos y a los diez años de edad, él comienza con este trabajo.

“Ellos desde el año 63 empiezan a vender garnachas, luego lonches, dos años después yo también sigo con el negocio, y ahí me la he pasado toda mi vida, mis hermanos también se dedicaron a esto, los mayores ya fallecieron solo queda un tío que vende en el Seguro, otro primo y yo”…

Las famosas tortas, las prepara con la ayuda de su esposa, el menú es de jamón con aguacate, picadillo con aguacate, picadillo solo, o cuando se ofrece de otro guiso que le piden, también lo hace.

La salsa se hace con el chile jalapeño cocido y molido en licuadora; “queda muy buena”.

Platica que el empezar a vender lonches y garnachas, es idea de sus tíos, que en aquel entonces era un éxito rotundo, sobre todo cuando estaban los transportes Reynosa, que eran los Oriente en la calle Ocho, también en la Flecha Roja, en aquellos años, por el 63.

Su padre, José y sus hermanos Odosio, Fidel, Felipe que ya fallecieron, también forman parte de esta historia…

 

LA EVOLUCIÓN DEL NEGOCIO

Al paso de los años, las ventas de tortas han bajado mucho…

Uno de los motivos principales, es que ya no hay oportunidad de vender en las escuelas, lugar donde están los mayores consumidores.

“Antes hacía 120 tortas diarias, pero sabía que se acabarían, porque aparte de vender en la calle me iba a una escuela en el receso o a la salida, ahora ya no dejan a los niños consumir harinas, la salida ya es a las cuatro de la tarde y a esa hora ya estoy en casa, por eso la venta ha bajado mucho”.

Hace muchos años que dejaron de vender las garnachas, porque platica que en aquel entonces las tortillerías no hacían tortillas y tenían que echarlas a mano.

“Mis hermanas me ayudaban hacerlas y a fritarlas, en seguida las tortillerías empezaron a sacar tortilla para la tostada, y para ese entonces mis hermanas ya se habían cansado, no había quién las hiciera, y los lonches son menos trabajo”.

Pero también lo que ha cambiado en estos años es el precio de los alimentos, antes las garnachas costaban 20 centavos y el lonche 50 centavos, luego un peso, y así fue aumentando… ahora cuestan 15 pesos, pero nadie se queja y lo compran, porque los bolillos son grandes, dice.

Menciona que, además, antes las obras de construcción eran buena idea para ir a vender, pero ya ha dejado esa opción, porque las obras ahora están demasiado lejos, en las orillas de la ciudad, y las tortas se acaban con gente que trabaja en Presidencia, Gobierno y en la calle.

 

PARTE DE LA HISTORIA DEL COMERCIO DE LA CAPITAL

“Mucha gente nos conoce y se acuerda de aquellos tiempos, cuando estábamos en el cine de Juárez”.

Juan comparte que recientemente se encuentra con un cliente conocido.

“Esa persona me dice: ‘Tengo 52 años y me acuerdo de ti cuando vendías en Juárez, cuando íbamos al matinée a ver las películas del Santo nos surtíamos de tus garnachas’, pero luego a partir de ahí nos empezamos a despochinar por las escuelas y otros lugares”.

En las calles, plazas, escuelas o en eventos, las tortas de Juan vuelan, no le queda ninguna.

 

ANÉCDOTAS INOLVIDABLES

De tantas experiencias que pasa diariamente, tiene algunas muy presente; como la ocasión cuando estaba en el Teatro Juárez… “que abro la vitrina para despachar y había un arbolote a un lado, en eso que se despega una urraca desde arriba del árbol, que pega en la marquesina del Teatro Juárez y que me cae en la vitrina, se acabó la chamba ese día”…

Otra que recuerda, dice que es la vez de un desfile, apenas llegando al evento, que se acerca un señor de la secundaria del 17 Olivia Ramírez, y que le compra todos los lonches.

Con orgullo, presume que con los frutos de ese negocio, ha logrado darles estudios a sus dos hijos; “entre mi esposa y yo costeamos sus estudios, uno terminó de ingeniero en mecatrónica y el otro de maestro, los dos ya trabajan”.

Confiesa que algunos conocidos le dicen que por qué no busca trabajo, pero Juan dice que a esas alturas ya no quiere trabajar, cuando estaba joven sí, pero ahora gana más vendiendo las tortas.

 

SI RUTINA LABORAL

De lunes a viernes, desde las seis de la mañana empieza con la preparación de todos los lonches, para las ocho de la mañana ya anda atendiendo a los primeros clientes, y para las once o 12 del día ya está de regreso a casa.

“Cuando preparo muchos lonches, como para desfile, me levanto a las cuatro de la mañana para estar a tiempo, a veces sí quedan lonches, pero por lo general se acaban”.

Dice que sus muchachos no quisieron seguir con la tradición familiar, ellos decidieron estudiar y trabajar, lo que es apoyado por él y su esposa.

También, comparte sobre su acompañante por más de 40 años… su bici; “tiene 41 años que la compré y me ha aguantado, era usada, le hice arreglos, la pinté y adapté”.

Dice que cuando era joven, desde su casa caminaba por el bulevar hasta llegar a la Juárez cargando la vitrina en el hombro, después, cuando empieza a ir a las escuelas, para recorrer distancias necesitaba una bicicleta, hasta que la logró.

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