abril 25, 2024
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enero 21, 2019 | 136 vistas

Rubén Jasso.-

Una ambulancia hace su entrada por uno de los accesos de “Sol Norte” al tiempo que un grupo de personas entran a la pista del estadio Marte R. Gómez el sábado al mediodía.

El sol estaba en su punto más alto y sin nubes a la vista, pero en realidad soplaba un viento frío.

Dos paramédicos mueven en camilla a una persona de edad avanzada. Se trata de don Salvador Garza González, conocido como “Chavita”, quien durante muchos años fue masajista del popular equipo Cuerudos, que militó en la Segunda División Profesional.

Por la mañana del sábado, el estadio Marte R. Gómez había albergado una competencia juvenil de atletismo y se oían voces por doquier, pero al filo de la una de la tarde ya lucía completamente vacío y en silencio.

Entonces “Chavita” se convirtió en el protagonista de la tarde, pero no estaba solo, lo acompañaban sus hijos, nietos, bisnietos, amigos y gente que aprendió a valorar la amistad de quien daba la mano sin distinciones a aquel que lo necesitara.

Cubierto con un cobertor, guantes y un gorro por el viento que soplaba, “Chavita” cumplía en ese momento un deseo que anhelaba con todo su corazón: visitar por última vez el estadio Marte R. Gómez, y porque no, dar la “vuelta olímpica” en ese escenario donde vivió grandes momentos con aquel equipo que marcó toda una época en el balompié de Victoria.

Su última voluntad, como él mismo había pedido, se estaba cumpliendo. Había silencio, pero no tristeza. Sus hijos en primer plano contemplaban la escena, mientras que el ex futbolista de Cuerudos, Javier Hernández Martínez, le agradecía a “Chavita” por todo lo que dejó en él y en muchos de sus compañeros, considerándolo como un verdadero padre para varios de aquellos futbolistas.

Por unos minutos, ambos intercambiaron palabras, mientras que don Salvador sostenía un balón con sus manos, e iniciaba el recorrido por la pista de tartán, apoyado por los paramédicos y rodeado de sus seres queridos, para dar esa “vuelta olímpica”, como lo hacen los grandes.

El paso era lento, y en el camino, Javier Hernández destacaba las cualidades de “Chavita”, de quien guarda muy buenos recuerdos y con quien convivió por espacio de diez a 12 años.

“Yo en ese tiempo era muy joven, de unos 17-18 años y no tenía deseos de ser profesional, sino que fue por accidente que vine a entrenar y aquí me contrataron, y él me llenó de consejos, de sabiduría y me dio un trato de padre realmente, y eso a mi me ayudó mucho en el desarrollo de mi carrera futbolística”, dice.

El recorrido por la pista seguía y Hernández Martínez recordaba dos cosas en especial de don Salvador Garza González.

“Una, era muy buena gente porque nos daba consejos, y la otra, era enojón, regañón, porque nos corregía lo que hacíamos para que lo hiciéramos bien, no de una manera amable, sino que te hablaba fuerte para corregirte, y hoy que ya estamos en esta etapa de la vida, reconocemos que lo que hizo, lo hacía para bien, porque era la única forma de entenderlo”, recuerda.

Finalmente, el grupo de más de 40 personas se detuvo en la media cancha para escuchar con atención a “Chavita”, quien con voz apenas audible, pero con bastante lucidez, agradecía una y otra vez a los presentes por acompañarlo en ese momento, brindando incluso algunas palabras a los medios de comunicación, que hacían la respectiva cobertura.

Habían pasado más de 30 minutos desde su llegada y era tiempo de partir, pero don Salvador iba contento, porque había estado de nueva cuenta en el estadio Marte R. Gómez, donde tanto anhelaba estar.

Pero antes de marcharse de nuevo a la Clínica del Issste, donde se encuentra internado, los aplausos y las porras no se hicieron esperar, levantando su mano derecha en señal de agradecimiento, mientras con la izquierda sujetaba el balón que le habían obsequiado.

Las puertas de la ambulancia se cerraban y sus hijos se quedaban con cierta nostalgia, pero con la alegría de haber cumplido a su padre lo que tanto deseaba.

Al final, Beatriz Garza Rodríguez, agradeció a nombre de sus hermanos José Manuel (+), Salvador, María Luisa, Pedro y Sandra Luz, a quienes se dieron tiempo para estar en ese especial momento que tanto añoraba don Salvador, recordando que ella y sus hermanos crecieron acompañando a su padre en aquellos inolvidables partidos del mítico equipo Cuerudos, que tan buenas historias dejó en los 60’s y parte de los años 70’s.

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