marzo 29, 2024
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noviembre 8, 2019 | 405 vistas

Shalma Castillo.-

Experimentar una nueva cultura y un idioma diferente son motivos para que Alejandra Camarena haya decidido tomar un vuelo hasta el otro extremo del mundo.

Lo que empieza como una aventura de algo desconocido, donde hablan otra lengua y tienen distintas e innumerables costumbres y tradiciones, para ella se ha convertido en una posibilidad de crear una vida ahí.

Es en Shanghái, China, el lugar donde realiza sus prácticas profesionales y que posiblemente, en un futuro sea su nuevo hogar.

En Joya Shanghai, Xujiahui Hotel, realiza las actividades laborales.

Además del español, habla inglés y aprende mandarín y portugués.

Aunque es originaria de Monterrey, Nuevo León, desde sus primeros meses de vida hasta la juventud, crece en la Capital de Tamaulipas.

Para los estudios universitarios regresa a Monterrey, en donde egresa de la Universidad Valle de México, de Administración de Empresas Turísticas.

VENCER EL MIEDO

La idea inicial es San Miguel de Allende, una ciudad nacional cerca de su familia y hogar. Sin embargo la decisión es un cambio drástico, literal, hasta el otro lado del mundo.

Shanghái es la elección final. Luego de que una agencia con la que trabaja la escuela llegara a promocionar lugares donde pueden realizar sus prácticas: Australia, España y China, empieza la inquietud de ir al país asiático.

Luego de consultarlo con sus papás, y que ellos le brinden el apoyo total, empieza a organizarlo con la agencia, y justo, tres días antes de viaje compra los vuelos.

Sin embargo, antes pasa por un proceso, donde la agencia sube el curriculum a una plataforma y los hoteles extranjeros interesados en un perfil, hablan con la agencia. “Me llaman y me dicen que un hotel en Shanghai están interesados en que vaya con ellos a realizar mis prácticas, y me quieren hacer una entrevista. Después de entrevistarme con la de recursos humanos y con el gerente general, una semana después me llaman y me dicen que sí me aceptaron”.

Así, sin saber el idioma, Alejandra decide lanzarse a vivir esta aventura. Por las mañanas trabaja y en las tardes estudia mandarín.

 

CONOCIENDO UNA NUEVA CULTURA

Las clases de mandarín son de gran ayuda, ya que en China los locales hablan muy poco el inglés.

“Te acercas a preguntar algo a los chinitos, pero como no entienden te ignoran, o te hacen con señas que no, y en esa parte es un poco complicado”.

En China las personas son muy limpias en cuanto a la ciudad, pero en lo personal no son tan higiénicos.

“Me molesta cuando las personas comen y mastican con la boca abierta o hacen ruidos, pero para ellos es normal, es como decir que su platillo está muy rico. Eructan en público y es normal”.

“Cuando como con palillos y los coloco normal en el plato, me dicen que es de mala educación, que los tengo que poner encajados en la comida, para que piensen que sí me gusto y disfruto la comida”.

Con la comida Alejandra tiene malas experiencias, pues recuerda que en una ocasión que le toca comer en la calle, se intoxica con los alimentos.

Pero para los chinos, el remedio casero que cura cualquier síntoma, son dos vasos de agua caliente. Cuando Alejandra se intoxica sigue este consejo y ¡santo remedio!

Comer pato es muy común en Pekín, también los alacranes, tarántulas, caballitos de mar, cucarachas, serpientes y todos los bichos que se puedan imaginar. Y lo básico en los platillos, como el pan de cada día, es el arroz.

“En lo personal, la comida es muy difícil porque no me gusta la comida china, la mayoría de las veces como en el hotel, ahí es comida oriental y occidental”.

En el metro son muy ordenados, todos tienen que ir de un solo lado, aunque cuando llevan prisa, empujan o se meten en las líneas.

En los templos tienen a los Budas y a quienes fueron presidentes de China en estatuas, y te dan incienso para meterlo en una urna y pedir algo.

La cultura vial es un caos, los chinos usan mucho la bicicleta para transportarse, y en el cruce peatonal, las bicis también cruzan y pitan a los peatones. Pero también, la mayoría de la gente utiliza el metro, porque hay líneas en toda la ciudad, y además es muy económico.

En la puntualidad, son exageradamente estrictos. Si el tren sale a las siete de la tarde, a las 7 de la tarde ya está arrancando. También respetan los horarios de trabajo.

TRADICIONES CHINAS

El Año Chino es una de las experiencias que le toca vivir a Alejandra en ese país.

“Desde antes de la celebración, decoran toda la ciudad con zodiacos chinos, este año es el del puerco, y ponen puerquitos y frases chinas. También utilizan mucho los sobres rojos, que esos se dan entre familias o personas cercanas, sobre todo a los menores, y ahí solo pueden meter billetes y de preferencia que sean pares, no pueden colocar monedas. Se lo dan a los pequeños para que en ese sobre metan más dinero y que vayan ahorrando y supuestamente eso es para que se te multiplique. Y cuando los niños crecen, ellos tienen que seguir esa tradición, y los sobres siempre vienen acompañados de leyendas en chino”.

También lo hacen a través de WeChat, que es una aplicación tipo WhatsApp, porque ellos no usan las redes sociales de Google, y por ahí envían sobres rojos.

Hacen convivencias entre familias, como un 31 de diciembre. En las calles hacen festivales de danza.

 

EL NUEVO CHINA

La parte de Pudong es lo moderno de Shanghái, en donde están los edificios, pero es donde hay más turistas y locales.

En un lado están los edificios antiguos, con tradiciones muy chinas y del otro, es el área financiera, se le llama la parte francesa, porque es muy moderna.

Ahí está el segundo edificio más alto del mundo, y desde ese rascacielos se ve toda la ciudad, los turistas pueden subir a tomarse fotos.

En cualquier ciudad de China está dividido en lo antiguo y moderno. Alejandra platica que es impresionante la cantidad de edificios que están construyendo, y para las obras de ello, las estructuras de los andamios son de bambú. “Un día pasas por la calle y no hay nada, y al siguiente ya está armado todo para trabajar”.

 

LA EXPERIENCIA LABORAL

Alejandra disfruta de las actividades laborales, le toca estar en recepción y en alimentos y bebidas, que es en el área de eventos.

“Ahí me enseñan a montar las mesas, porque lo hacen completamente diferente a lo que hacemos en México”.

Los chinos no acostumbran a felicitar por nada, y en el trabajo, cuando te dicen las cosas lo hacen directos y serios.

Pero eso, se lo anticipan a Alejandra, para no hacerla sentir mal en ningún momento. “Nosotros nos tomamos a pecho las cosas y ellos no, son muy fríos”.

Sin embargo, a pesar de las culturas distintas, el ambiente laboral lo disfruta y aprende de ellos, e incluso hasta le ayudan con sus clases de mandarín.

 

PLANES A FUTURO

Alejandra quiere fortalecer el idioma mandarín, al recibir su título profesional, quiere buscar trabajar en otro hotel de la misma cadena hotelera, que se encuentra en Pudong, en lo más turístico, de hecho piensa quedarse a vivir en la nueva China.

“Aunque me molesta que mastiquen con la boca abierta, ya después ni los escuchas, te acostumbras, e incluso ya me siento una chinita más, ya hago las cosas que ellos hacen, como eructar en público sin pedir perdón como en México se acostumbra”.

 

TODO VALE LA PENA

Alejandra, confiesa que en un principio el miedo la invade, y se anima porque otra compañera tiene plan de ir, pero dos semanas antes cancela, y ella estuvo a punto de renunciar también.

Se anima porque van más mexicanos de intercambio, aunque es la única extranjera en su hotel.

Sin embargo, pierde el miedo y se lanza a la aventura. “Todo es cuestión de atreverte, no quedarte con la espinita del qué hubiera pasado. La experiencia vale mucho la pena, conoces nuevas personas, haces amigos y al final te queda una experiencia, además las puertas laborales se abren más fácil”.

 

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