marzo 28, 2024
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Milena Quaglini, asesina serial de violadores

marzo 10, 2020 | 739 vistas

Otra noche más, Mario ha abofeteado e insultado a Milena como de “costumbre”, una triste y terrorífica escena que se volvió habitual desde que se casaron hacía ya seis años.

El hombre descargaba sus frustraciones y rabia contra el cuerpo de su esposa; ella simplemente como esposa le tocaba “soportar” cada agresión.  Pero, de pronto algo haría que ella cambiara de opinión esa madrugada.

Aprovechó que su marido estaba dormido para atar sus manos, pies y cuello con una cuerda, atizándolo con un objeto de madera hasta dejarlo sin vida. Quanglini arrastró el cuerpo de Mario hacia el balcón, lo cubrió y marcó a las Fuerzas Armadas Carabineras pronunciando lo siguiente:

“¿Policía? Asesiné a mi esposo», confesó con voz temblorosa.

Víctima de maltratos, no fue el único asesinato del que fue autora. Con cada crimen, Milena se volvía su propia “justiciera” ante violadores y agresores. Ella es una de las contadas asesinas seriales en la historia de Italia.

FUE VÍCTIMA DE LOS GOLPES DE SU PROPIO PADRE

Milena nació en Mezzanio, provincia de Pavía en el año de 1957 y fue parte de una familia donde las patadas, bofetadas e insultos eran el pan de todos los días, algo “normal”; pues su padre era dictador y maltratador.

Su dura infancia, marcada por la violencia de su padre, consiguió que Milena abandonara su casa en cuanto tuvo una oportunidad para hacerlo.

Estudió y se graduó de contabilidad, donde conoció a Enrique, un hombre divorciado, con quien se casó y tuvo a su hijo Darío. Enrique falleció a causa de la diabetes que padecía, y ella cayó en depresión.

MARIO Y LA VENGANZA DE MILENA

El haber enviudado y tener un hijo del cual hacerse cargo, no la hizo pensar en volver a su hogar, ya que quería que Darío creciera fuera de un entorno hostil. Obtuvo un nuevo empleo en un centro comercial y ahí conoció a Mario Fogli, se enamoraron y parecía que todo iba perfecto.

Aunque, para 1992, con el segundo embarazo de Milena, la relación llegó a su límite.

Mario se volvió brusco y agresivo, le gritaba, la golpeaba constantemente, perdía su paciencia con Milena, quien simplemente se alcoholizaba para así evadir su realidad.

El nacimiento de su nuevo hijo, lejos de alegrarle, complicó la situación aún más. Mario no tenía un empleo estable, la familia estaba ahogada en deudas. Entonces, Milena tuvo que buscar un mejor empleo para sobrellevar la situación.

Fue así que conoció a Giusto Dalla Poza, un hombre de 80 años, del que cuidaría. Giusto parecía tenerle plena confianza, ya que le había prestado cuatro millones de liras (alrededor de 43 mil pesos), pero el hombre tenía frívolas intenciones detrás de su “nobleza”.

Giusto se enojó con que Milena no le regresara su dinero, ella lo intentó tranquilizar, pero fue tomada del brazo y tumbada en su cama, donde el anciano intentó violarla. Ella forcejeó para intentar quitárselo de encima y con ayuda de una lámpara que le quebró en la cabeza, el hombre cayó desmayado para posteriormente morir. Milena al no saber qué hacer simplemente salió corriendo despavorida.

Pasó tiempo, con mayor calma, llamó a la policía e informó sobre la situación. Contó que al llegar, encontró a Giusto tendido sobre un charco de sangre. Por los procesos de aquel entonces, los investigadores jamás sospecharon de ella, por lo que la dejaron ir y cerraron el caso determinando que el hombre fue víctima de algún robo.

SOLO QUERÍA ASUSTAR A MARIO

Ese hecho la armó de valor para encarar el 1 de agosto a Mario, su esposo, a quien asesinó en el hecho narrado al principio de la nota.

En los juicios, Milena insistió en que no quería matarlo, solo asustarlo, pero se salió de control.

Fue condenada a 14 años, de los cuales 6 los cumplió en una prisión femenina, luego, gracias al trabajo de sus abogados, completó su sentencia bajo arresto domiciliario.

REHACER SU VIDA ENTRE VIOLACIONES

Una vez absuelta, Milena necesitaba y quería rehacer su vida. Rechazada por sus vecinos, Milena recayó en el alcohol y al leer un anuncio en el que un completo desconocido quería compartir piso, optó por compartir piso.

Ahí se describía Angelo Porello, el autor de aquel anuncio.

«Soy divorciado, 53 años, busco pareja, convivencia y «veremos lo demás».

Se entendieron bien hasta que ella descubrió que Angelo tenía acusaciones de pederastia y delitos sexuales contra menores de edad; Milena se distanció.

Lo anterior hizo que Angelo sacara su lado violento, el 5 de octubre de 1999, golpeó y violó a Milena dos veces. Tras ser agredida, la mujer le ofreció café; era su particular venganza. La bebida contenía una gran cantidad de somníferos.

Con el efecto, Angelo durmió por horas y por el resto de su vida. Milena lo metió en una bañera para ahogarlo y después enterrarlo dentro de una montaña de estiércol que había en el jardín; huyó tras el crimen.

NUEVA CONDENA Y ANÁLISIS DE SU PERFIL

Veinte días más tarde las autoridades encontraron el cuerpo, y evidencias que incrimaron a Milena, tales como la caja de somníferos, cabellos y cartas que había escrito para responder al anuncio.

Milena, ante los agentes, confesó con lujo de detalle lo que hizo.

“Cuando alguien reacciona mal, yo reacciono peor».

Dos psiquiatras analizaron a la acusada, uno concluyó en que Milena era «incapaz de entender y querer». El otro le diagnosticó un trastorno. Con las conclusiones anteriores, Milena fue sentenciada el 13 de octubre del 2000 a ocho años y cuatro meses en la cárcel.

Milena, en la prisión de Vigevano en Milán, fue nuevamente analizada.

Los psicoanalistas hallaron un denominador común: “sexo, violencia y muerte” y concluyeron en que Milena tenía “la urgente necesidad de vengarse de los males sufridos” desde que vivía con su padre.

Eso, junto a las actividades que realizaba, daba certeza de que podría recuperarse y cambiar de manera significativa para hacer una vida normal.

Se consideró reducir su sentencia, pero el 16 de octubre de 2001, Milena trozó en tiras la sábana de su cama y se colgó terminando con su vida junto a una nota dirigida a su madre.

“No lo soporté más, perdóname, mamá».

Con información de: elimparcial.com

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