abril 25, 2024
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marzo 11, 2020 | 90 vistas

Mariana Castañón.-

Lo que inició como chicle y pega, plan azaroso, proyecto local, poco a poco se perfiló para hacer historia. Este fin de semana, las mujeres del mundo comenzaron a sentar las bases para la próxima revolución de género. En dos días fuimos capaces de tomar las calles del mundo a través de marchas que exigían un alto a la violencia y verdadera equidad, para luego abandonarlas por completo en un paro nacional femenino nunca antes realizado aquí en México. En dos días, mujeres de todas las edades, todos los grupos sociales y de los ideales políticos y religiosos más diversos, dejamos nuestras diferencias atrás para protestar por aquello que merecemos: respeto, seguridad e igualdad.

“Feminismo” fue la palabra del año del 2018. El 2019 estuvo tan presente como el año anterior, suscitando una cantidad considerable de protestas para terminar con las injusticias. Y aunque fuimos trending topic en más de una ocasión -por las mejores y las peores acusaciones-, las mujeres alzando la voz por nuestros derechos, sostenían una lucha potente, pero pequeña. Cual grupo privado, aunque abiertas las convocatorias, las mujeres suficientemente cansadas de vivir en un país que odia a sus mujeres, no eran suficientes. Y con un gobierno como el nuestro, obstinado en apuntar hacia la dirección incorrecta cuando de resolver las problemáticas de género se trata, la cantidad de dedos apuntando a las pésimas gestiones, en verdad cuenta.

Esta vez fue diferente. Se sintió distinto desde las semanas previas a estas activaciones. Mujeres que solían criticar los modos, las formas, las marchas y las protestas, compartían con emoticones furiosos las noticias de chicas desaparecidas, afirmando su (nuevo y siempre bienvenido) apoyo al movimiento. Personas que jamás creí afines, se sumaban al paro con orgullo. Los medios de comunicación, a menudo indiferentes ante la problemática (a menos de que nos manifestásemos en contra de ella con pinturas en aerosol), utilizaron sus plataformas para difundir la convocatoria del paro nacional. Y yo, una joven feminista que pensaba participar en el paro y la marcha como quien pelea aún sabiendo que va a perder, comencé a sentirme inspirada.

La sororidad se veía plausible. La organización eficaz, verosímil. El impacto comenzaba a estimarse desde que cualquiera con un espacio conformado con mujeres, comenzaba a mostrar apoyo y ceder permisos (permisos, por cierto, que nunca pedimos: se protestaría les gustara o no). Y un verdadero ejercicio de democracia se vivió el fin de semana. Quien habló ahora fue el pueblo y a quien le tocó escuchar, cual niño regañado, fue a la autoridad. No solo eso: la palabra fue tomada por mujeres. Sin intermediarios, sin permisos, sin hombres que pasaran el memorándum a los jefes sordos.

¿Hubo destrozos? Sí. ¿Hubo mujeres que no participaron en el paro? Sí. ¿Hubo mujeres a las que les pesó más la indiferencia que la indignación? Definitivamente. Pero hoy, nos enfocamos en lo grande. En lo histórico. En lo real. Hoy, colectivamente, decidimos ver el plano mayor, la toma aérea de esta problemática que nos quitó a diez mujeres más este miércoles. Y el día lunes, aunque en completa ignorancia y falta de respeto, hombres decidieron tomarse a juego esta protesta pacífica, en muchísima gente se plantó una semilla que poco a poco florecerá en un divorcio del pacto machista que caracteriza nuestra sociedad.

El #DíaSinMujeres dio pie a reflexiones forzadas. Puso en la mente de cualquiera que tuvo acceso a internet, que asistió a la escuela, al trabajo o deambuló por la calle, el valor real de nuestro sexo. Coqueteó con el terror de vivir sin nosotras, con las pérdidas económicas que les cuesta ignorar nuestra situación de emergencia actual y sufrió el hartazgo de una vida de abusos llevado hacia lo productivo y ejemplar. Se pensó sobre los impactos de la activación, sobre las formas en las que extenderemos esta sororidad y de cómo podemos seguir generando soluciones culturales a este problema que venimos arrastrando desde hace años.

El Paro Nacional visibilizó un problema que se empeñaban en opacar con noticias de futbol, de virus extranjeros, de paredes pintadas y aviones presidenciales. Dio pie a una de las uniones femeninas más grandes que ha tenido la historia de nuestro país. Todo esto, construido desde la movilización masiva que llenó a las mujeres de valor para denunciar injusticias y agresores. Las mujeres estamos en boca de todos por las razones correctas. Por las razones que valen, por las razones que incomodan. Se habla, por primera vez, de lo que tiene que hablarse. No de nuestros vestidos, no de nuestra histeria, no de nuestros esposos.

Estoy orgullosa de haber sido parte de esta manifestación. Estoy orgullosa de ser mujer, de ser mexicana, de ser feminista. Estoy orgullosa de haber gritado al son de 20 mil mujeres más que las calles también son nuestras. Y más que orgullosa, estoy lista para lo que viene. Me siento más fuerte, valiente y comprometida con este cambio que nunca. Todo eso, gracias a los hechos ocurridos el fin de semana. Ya no tengo miedo. Ya no tengo pena. Ya no tengo culpa. Seremos libres y estamos seguras. No pararemos hasta conseguirlo.

 

 

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