abril 26, 2024
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Desde balcón abuelito toca su armónica para vecinos

marzo 22, 2020 | 274 vistas

Muchas historias han salido a la luz debido a la cuarentena que existe por el coronavirus, como la de una sobreviviente del holocausto, pero en los últimos se ha compartido la historia sobre Hermann Schreiber, quien vive en Galicia, España, y tiene alzheimer, que ha olvidado todo, menos a tocar la armónica y sale todas las noches al balcón para dar un concierto.

Tanto Hermann como su esposa Teresa Domínguez sufren de alzheimer. Ella hablaba alemán, pero ahora ya no lo recuerda y ni siquiera habla; él de origen alemán, ya no recuerda el español que dominaba tan bien, pero recuerda tocar a la perfección la armónica, la cual aprendió a tocar a los cinco años.

Ahora cuando las personas aplauden a los sanitarios desde sus balcones, Hermann cree que sus vecinos son su público y no duda en darles un recital.

Desde su domicilio, Tamara Sayar siempre los ve y describe como esta enfermedad los confinó, como a todos.

Hermann y un hijo de Teresa tenían planeado un viaje a Alemania para ver a sus médicos, ya que necesitaba hacerse sus medicinas, pero por las restricciones y por ser él una persona de alto riesgo no pudieron tomar el avión.

Sin embargo, tras un proceso burocrático logró conseguir sus medicamentos.

Cuando se empezó a hablar del coronavirus, él hablaba con Teresa de China, ya que Hermann estuvo ahí a quienes también deleitó con sus recitales.

Además de decirse sorprendido y de sus costumbres y de su cocina cuando vio que comían erizos.

Teresa, Hermann y Tamara están en Vigo.

Tamara quiere que su historia no quede en la tragedia y sí en la hermosa existencia de amor que han vivido y la intendencia que hay detrás de esa armónica que cada jornada se hace oír.

Separada de la que era su pareja y entregada desde que era una bebé al cuidado en exclusiva de su niña, “una ricura que ya empieza con la preadolescencia”, está en la actualidad alejada de ella por 59 kilómetros por carretera.

Señala que su hija se quedó con su padre, el de menor riesgo de los posibles, quien vive en Sanxenxo, donde tiene su residencia permanente.

Tamara y su hija exprimieron el tiempo juntas hasta el último momento, al no saber cuánto van a prolongarse las medidas, por lo que bailaron, jugaron y prepararon pizza juntas.

Ahora son llamadas, muchas con video para verse varias veces al día. Aunque en algunos momentos la embarga la tristeza.

“A todos esos padres a los que se les está cayendo la casa encima, les digo que ¡qué envidia me dan!; no están alejados”. Ahora es Hermann el que aclama a Tamara. Y con melodía de fondo.

Con información de: milenio.com

 

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