abril 26, 2024
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marzo 27, 2020 | 279 vistas

Mariana Castañón.-

Recién entrados en la fase dos de la contingencia, no podemos evitar pensar en las proyecciones a largo plazo. El trabajo, los víveres, la economía, la escuela. El calendario académico se ha desplazado en algunas universidades, los trabajos que sostenían que el recorte de personal no sería opción, comienzan a desdecirse. Muchos han perdido el empleo y la calma. Y mientras nuestra crisis humana se desata, la crisis ambiental, la proyección a largo plazo que pocos están considerando, no cesa.

Que no te engañen las fotos en Facebook de los canales de Venecia. Sí, una disminución del PIB se traduce en una disminución de las emisiones de dióxido carbono, pues los combustibles fósiles mueven la economía mundial, pero todo esto es temporal e incluso, colateral. Esto no cambia que la Antártida llegó a los 20 grados hace un par de semanas, que el agua es un recurso limitado y no la estamos cuidando, ni que un grupo de empresas multimillonarias han acabado violentamente con la biodiversidad del planeta.

Esta cuarentena tenemos mucho tiempo libre. Es cierto que no son vacaciones, pero si somos del grueso poblacional que goza del privilegio de poder hacer “home office” o tomar sus debidas clases en línea, la verdad es que tenemos un montón de horas muertas. Incluso, aunque no fuera así, entrada esta fase dos, los policías ya comenzaron a caminar por las calles con megáfonos invitando (opcional pero autoritariamente) a la gente que se resguarde en sus casas. Así que, si algo estamos compartiendo todos de una u otra forma a nivel global -en mayor o menor medida- es esta indicación de permanecer encerrados.

Yo trabajo para una ONG ambientalista que suspendió actividades presenciales desde hace una semana. Los voluntarios y campañistas o tallistas especializados, naturalmente, están resguardados también. Es un momento ideal para el ciber activismo, porque nunca antes hemos tenido tanto tiempo para estar en redes sociales todo el día, pero likear infografías verdes no va a sacar al coral marino de su peligro eminente, ni devolverá el hielo al Ártico. Disminuir parcialmente el uso de nuestros coches como fenómeno responsivo a la propagación del virus no contrarresta el daño que hemos construido a lo largo de los años, ni las malas prácticas que estamos adoptando ante esta pandemia.

Por ello, es preciso pausar un rato el Whatsapp. Pensar diez minutos antes de salir al súper. Resistirnos al pánico colectivo y al consumo por aburrimiento. Y el primer acto de rebeldía ecologista esta cuarentena, es evitar las compras de pánico. Ya se ha hecho un fuerte énfasis en este punto, pero volvemos a ver que nunca es suficiente porque sigue habiendo pasillos vacíos en los supermercados del país. No sólo provocamos desabasto de productos que dejan a aquellos en situaciones de vulnerabilidad desprotegidos y más propensos a contagiarse o transmitir el virus, sino también, obligamos a aumentar la producción (innecesaria) de productos en su mayoría, desechables.

¿Cómo evitarlas? Revisando nuestra despensa y haciendo cuentas de las cosas que tenemos. Conociendo nuestros hábitos y ajustando nuestra lista del súper a nuestro estilo de vida. Preguntando a Google qué es lo que realmente necesitamos en momento de contingencia. Pero, al final, el tema de las compras no sólo se limita a las de pánico. Estamos en un momento histórico en donde el usar y tirar está, en teoría, justificado. La desinformación nos lleva también a la compra innecesaria de toallitas desechables, minúsculos empaques de gel antibacterial doblemente envueltos en plástico y cubrebocas desechables innecesarios que además son acaparados por el público general cuando el gremio médico las necesita con más urgencia.

No se trata de no tomarnos en serio la crisis. Necesitamos proteger nuestra casa del virus, pero es preciso hacerlo dentro de una visión ecológica. Una visión ecológica no significa no seguir las medidas de seguridad adecuadas, sino, seguir aquellas medidas que se recomiendan considerando realmente la efectividad de las mismas. ¿Has pensado en quitarte los zapatos y limpiarlos antes de entrar a tu casa? ¿Limpiar tu bolsa, tu mochila, todo aquello que cargas encima? ¿No será esto más efectivo que comprar un cubre bocas plástico para utilizarlo cuando no estamos enfermos y luego desecharlo sin las medidas correctas de deposición?

Sigue las medidas de seguridad. Insisto. Lava tus manos con agua y jabón de veinte a treinta segundos. Claro. Pero cierra la llave mientras lo haces. Limpia y desinfecta los grifos de agua, las perillas de la puerta, tu celular, tus llaves. Sin toallas desechables. Estás en casa. No gastes, no tires, no contamines. No pidas comida a domicilio incesantemente. No compres en Amazon sólo porque estás aburrido y encerrado. Utiliza la modalidad de compras remotas sólo cuando es necesario. Todos estos productos están empaquetados individualmente. Por favor, evita el plástico de un solo uso lo más que puedas. La pandemia, a lo mucho, duraría un año. El plástico dura, por lo menos, 150 más. (Y por cierto, en acero inoxidable y plástico es donde dura más el virus).

No seas cómodo. No tengas miedo. No seas huevón. No podemos darnos ya el lujo de llenar más la Tierra de basura. No hay virus que lo justifique. No hay medida de seguridad alguna que lo exija. Tómate el tiempo, lo tienes, lo tenemos. No hay excusa. Piensa en el planeta, que se va a quedar aquí después de la contingencia.

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