marzo 28, 2024
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Lo dieron por muerto, pero al final venció al covid-19

mayo 14, 2020 | 775 vistas

“El 2 de mayo alrededor de las 5:45 de la tarde a mí me dieron por muerto. Decían que ya no había nada más que hacer. Según me tenían dormido, pero yo escuchaba, como que no me agarraba bien la anestesia. Decían que ya no había más y me desconectaron. Y a uno le entra la desesperación porque dices, no, yo aquí sigo, aquí estoy y no me quiero ir”, dice Carlos García, sentado en la orilla de la cama que ocupa en una de las salas del área de recuperación COVID-19 del Hospital Juárez de México.

“Yo escuchaba el pi pi pi de la única máquina que aún tenía conectada y que registraba mi latido. Solo esperaban que se parara mi corazón. Pero en eso llegó una doctora. Le dijeron que ya no había nada más que hacer. Ella les dijo no, aquí no venimos a buscar muertos, aquí venimos a salvarlos”.

Carlos recuerda que la doctora lo empezó a reanimar. “Pidió que me inyectaran, que me volvieran a conectar. Me hablaba, me gritaba que me despertara. ‘Abre los ojos, Carlos, abre los ojos’, la oía gritarme, y hasta que los abrí”.

El nombre de la doctora no lo sabe, tampoco recuerda su cara. El equipo del turno matutino que acompaña hoy al paciente no logra averiguar quién es. “Seguramente fue alguien de urgencias del turno vespertino”, dice una de las enfermeras. Carlos la llevará siempre en la mente como la persona que le dio una segunda oportunidad.

 

Para las estadísticas oficiales que se dan día a día en la conferencia sobre Covid, la segunda oportunidad de Carlos engrosa un porcentaje, el del 44% de las personas que viven después de haber padecido esta enfermedad y haber estado intubados.

Hasta el 11 de mayo, de los 1,466 pacientes hospitalizados intubados en el país habían fallecido 817, el 56%.

Después de un mes en el hospital, a Carlos no solo se le escapan los nombres y los rostros, tampoco logra precisar la fecha en la que ingresó. Solo atina a decir que era lunes, un lunes de hace un mes, como a las 7 de la noche.

Carlos tiene 36 años, la tez morena y unos ojos café oscuro que lucen más oscuros por encima del cubrebocas azul que le tapa media cara. Es instalador de equipos de telecomunicaciones en una empresa que le trabaja a Telmex.

En la sala donde está recuperándose, en el piso 3, ala norte, del Hospital Juárez, hay tres personas más. Uno de ellos se dedica a lo mismo que él, es instalador de equipos de telecomunicaciones. Hay, además, un mariachi de Garibaldi, dice enfático, de Garibaldi. Y está también un pastor cristiano.

En las salas, cuentan las enfermeras del Juárez, hay personas que se contagiaron por andar en la calle sin protección, o por toparse con gente que no traía cubrebocas, y muchos son de los que no pudieron dejar de trabajar: empleados y comerciantes.

“Las telecomunicaciones son actividad esencial. No podíamos parar. Además, en estos días, con el home office, mucha gente trabaja en casa y necesita la conexión. Lo otro es que yo trabajo por comisión. Si no instalo equipos no tengo ingresos. Así que debía entrar a las casas, estar en contacto con mucha mucha gente y no nos daban nada de equipo de protección, solo gel”.

Tampoco es que hubiera protestado por eso. Vestido con la bata azul del hospital y con las manos apoyadas en la cama, Carlos dice que él, como muchos, no creía en eso del Covid, “así que no le di importancia y seguí. Hasta que no te pasa o le pasa a alguien cercano, tal vez, es que lo entiendes”.

Con información de: yahoo.com

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