abril 19, 2024
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agosto 10, 2020 | 1508 vistas

Chantal Martínez Díaz.-

Cd. Victoria, Tam.-
Sadoy Jesús Hernández Bustos tiene la certeza de cómo fue que contrajo el virus. No la tendrá ni le ocupa. Hoy, lo más importante para él es dar gracias por salvar la vida, pues aunque no fue hospitalizado, sí vivió momentos de angustia, de mucho dolor, depresión y sobre todo preocupación de contagiar o dejar a sus seres amados.

“Los primeros síntomas que tuve fue el dolor de cuerpo, empezó en las piernas, los brazos, una pesadez muy manifestada, sueño… cansancio”, comenzó con su relato.

Después, del dolor del cuerpo pasó por dos días de irritación, que fue como comenzaron los episodios de temperaturas altas acompañadas de sarpullido. Las máximas que registró fueron de 40 grados centígrados que lo hacían perder la razón.

“Era un poco crudo al principio por todo el temor” que se apodera de las personas que presentan esta enfermedad y de toda la familia, porque “cuando enferma uno, enfermamos todos” (y no necesariamente de covid19, sino de todo lo que le rodea, explicó).

“Somos seis de familia, yo estaba muy angustiado y lo que tuve que hacer es primero aislarme”.

En su caso, era un hombre que presentaba una diabetes no controlada con medicamentos, por lo que cree que su proceso duró el doble de lo que se supone presenta el cuadro de coronavirus. Antes de la enfermedad pesaba 119 kilos; en solo un mes perdió 19 de ellos.

Recuerda que el 20 de junio empezó con unos síntomas. En el Issste le diagnosticaron faringitis, le recetaron penicilina y se fue a su casa. Al paso de los días y al ver que el medicamento no le hacía efecto y con más signos de alarma, fue a que le hicieran la prueba y salió positivo.

Lo refirieron a la Secretaría de Salud donde “la gente que sabe le dio seguimiento”, le entregaron un oxímetro y le explicaron cómo utilizarlo y monitorear los niveles de oxigenación de la sangre porque los pulmones podrían tener un colapso.

“Los síntomas iban empeorando, incluso ya era con la respiración, poco a poco el habla colapsa (no podía hilar dos frases), empieza a oprimirse el pecho, poco a poco empieza la tos, seca al inicio, después aproximadamente en cinco días comienza uno con la expulsión de flema, con alto grado de infección (de color verde) y eso causaba el vómito, no por la flema sino porque el estómago empieza a contraerse a no querer comer”.

En total, fueron diez días en los que no pudo comer, el hecho de solo tomar agua le parecía un suplicio, sobre todo porque al perder el sentido del gusto, todo lo que ingería le sabía mal, a algo como azufre (relató).

 

LA PANDEMIA DEL MIEDO

Mucho se ha dicho sobre los efectos negativos que ocasiona el miedo, hoy nuestro testimonio nos da cuenta que sí es así.

Además de la depresión que se siente en la soledad misma por estar en esas condiciones, lo peor que puede ocurrir es que el miedo se apodere.

“Todo el proceso tuve solo una crisis donde dejé de respirar, estaba viendo la tele y sentí que no podía respirar como si alguien te estuviera agarrando el cuello y lo oprimiera hasta quitar el aire, aguanté la respiración, me puse boca abajo y empecé a estirarme totalmente y fue como empecé a respirar, me fui despacio hasta que retomé la respiración”.

Fue el punto cúspide de la enfermedad, identificó.

 

LA NOCHE MÁS OSCURA DEL ALMA

Tal como si fuera “la noche más oscura del alma”, en el proceso en que se presenta el covid-19, hay un momento en el que el diagnóstico y las condiciones en las que lo vive quien lo padece obliga a reflexión, a ponerse en paz e inclusive en la unión con Dios (al igual que el poema de Juan de la Cruz).

Así le ocurrió a Sadoy, quien aunque no especifica su unión específica con algún Dios, sí habla de ese momento de comunión ante la desolación y la tristeza.

Por primera vez en su vida habló de los gastos funerarios, de la última voluntad y del legado a su descendencia.

“El proceso más difícil es el efecto psicológico, emocional y de impacto a tu vida en años venideros, llegué al grado de hablar de gastos funerarios, de seguro de vida, “le dije (a su esposa): esto vas a cobrar, si yo falto. Y no lo quiero hacer en comparación, pero sientes que te vas a morir y tu vida cambia totalmente porque le das el valor a las cosas”.

“Tomas demasiada reflexión, hablas a familiares lejanos, quieres quedar en paz, perdonar, reconciliarte”, añadió.

En su momento, dijo, “por la soledad llegas a hablar contigo mismo, de verdad son pocos quienes nos damos el tiempo para poder generar esos momentos y esas conversaciones, ves en qué estás mal, en qué estás bien, lo que has hecho y lo más indispensable: ponerte en paz”.

 

MÁS RIESGO EN LOS HOSPITALES

Debido al manejo que se le ha dado a este padecimiento en Tamaulipas y a las condiciones en que se encuentran los hospitales en donde más de una ocasión han denunciado la falta de insumos y los riesgos altos de empeorar, Sadoy decidió no internarse.

Él es derechohabiente del Issste, afortunadamente trabaja como maestro y eso le brinda seguridad social.

Sin embargo, ante las advertencias de amistades y por convicción propia, Sadoy decidió no internarse a pesar de que sí vivió momentos de gravedad.

La razón más que nada, según explica, es porque se corre el riesgo de morir de otra cosa a consecuencia de alguna infección nosocomial.

“En el proceso tuve problemas para dormir, llega algunos puntos donde hace falta la respiración que tienes lapsos como broncoaspiración, sientes que te ahogas. Algunos compañeros médicos o enfermeras me manifestaban que no lo hiciera (internarse), por los demás virus, pues por el riesgo de adquirir otra enfermedad y eso es lo que produce un problema porque te contagias de otra cosa”.

En total, fueron 23 días los que estuvo grave por el problema de diabetes.

 

REMEDIOS EFECTIVOS

Aunque decidió tomar el tratamiento que le envió la Secretaría de Salud y siguió las indicaciones al pie de la letra, Sadoy cuenta que sí tomó en cuenta experiencias de conocidos que también presentaron covid-19.

Por ejemplo, procuraba mantener una adecuada ventilación en el lugar en el que se aisló, es decir, dejaba circular el aire.

“A raíz de esto decides la medida que fuera, unos amigos me compartieron un remedio, los remedios que pueden servir, solo que todo depende de las características físicas de cada quien. A mí me sirvió dormir a la intemperie”.

Y aunque reconoce que hacerlo le podría producir un problema en los pulmones por el ’sereno’, en su caso fue al revés, le sirvió en la recuperación y más que no había humedad en el ambiente.

También, cuenta que otro de los remedios más eficaces fue el picar cebollas moradas y meterlas en una bolsa y dejarlas macerar (sin agregar nada).

Cuando comenzaban los episodios de dificultad respiratoria olía la cebolla y los efectos eran inmediatos: el malestar en sus pulmones se quitaba.

Al igual probó suplementos alimenticios como el Inmunocal, ASEA (que es un regenerador molecular, de señales redox) y el Ningxia Red y los aceites esenciales.

Por ejemplo, el aceite esencial para el dolor de cabeza fue de gran ayuda para las jaquecas, eso evitaba que se presentaran o incluso cuando se presentaban, se tomaba las gotitas o las untaba.

 

SUPERAR COVID CUESTA CARO

Independientemente de lo que cuesta el medicamento, el covid-19 es una enfermedad que sale cara.

Por ejemplo, quien tiene las posibilidades, debe considerar el costo que lleva por un lado los cuidados paliativos y por otro, los costos de la adquisición de insumos que incluyen los suplementos alimenticios, del cuidado y los de limpieza, así como estudios de laboratorio privado para su familia.

Por ejemplo, a la familia de Sadoy le costó en promedio diez mil pesos durante el mes de resguardo, “tomando en cuenta atención de alimentación dieta balanceada, sueros y medicamentos de mayor intensidad al dolor, jarabes y complementos vitamínicos, oxígeno renta ya rellenado y enseres de limpieza e higiene”.

En otros casos el costo de la enfermedad se va a tope, sobre todo si se trata de pacientes hospitalizados.

Finalmente, Sadoy señala que en su vida hay un antes y un después. El 23 de julio ya le dieron de alta y aunque “la libró”, también queda un resquicio de indignación porque el sistema de salud pública es insensible y deja a la deriva a los pacientes. A nivel estatal el apoyo a la familia identificada con covid-19, se reduce a la entrega de solo una despensa. No más.

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