abril 20, 2024
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agosto 20, 2020 | 196 vistas

Alejandro Cantú.-

Aún se recuerda aquella vez en que los jóvenes victorenses le sonreían a la vida. Días en los que sufrían, gozaban e incluso, días que llegaban a odiar. Aquellos días donde eran felices y ellos no lo sabían.

Desde que llegó el coronavirus, la vida de los jóvenes ya no es la misma, muchos de ellos esperanzados a fechas propuestas por el Sector Salud para poder salir de la situación que se vivía. Quieren salir de casa. Quieren disfrutar como si una vez más fuese a ser su último día ante una sociedad presencial.

Los días transcurren y están conscientes que esto no terminará pronto. Desesperados por salir, se someten a cambios repentinos en sus vidas, desde su apariencia física hasta llegar a los más drásticos, psicológicos.

Sus días cada vez son más aterradores. Entre insomnio, presión escolar, dificultades económicas e inseguridad todo parece envolverlos en una situación donde su salud es más afectada de lo que pasa allá afuera. Y es que nadie es capaz de preguntarse: “¿Cómo estarán?”. Todo mundo parece aterrado por la situación de la pandemia, pero nadie sabe si alguno de ellos vive mejor adentro que afuera de sus casas.

Los jóvenes no dejan de pensar en qué sucederá, en si algún día podrán salir y ver a sus amigos. Regresar a aquellas fiestas y lugares de convivencia donde solían ser felices y no lo sabían.

 

TODOS QUIEREN SALIR

Pareciera que el gobierno tiene todo controlado pero detrás de una pandemia hay millones de jóvenes buscando salir adelante, buscando ser el orgullo de su familia, ejercer sus carreras y sobretodo encontrar su felicidad plena.

Para un estudiante la vida tomó un giro tormentoso. Un giro en el cual se ven envueltos y no tiene fin. Infinidad de actividades, tareas y proyectos en línea que no los dejan dormir. Ellos mismos afirman no estar conformes con el trabajo de sus tutores, y es que ¿acaso todos los maestros están preparados para impartir clases en línea?

Los jóvenes lloran de impotencia al no poder hablar. Solo ven un monitor. Un monitor al cual le reclaman y este mismo no les responden.

Ya no saben si reír o llorar, si estudiar o desertar, si sufrir o seguir soportando todas esas barreras. Ellos solo quieren ser escuchados pero las mismas autoridades callan y prefieren que sigan siendo bombardeados por montones de trabajos que al final del día no definen sus conocimientos.

 

Y SI HABLAN, TODOS ESTAN EQUIVOCADOS

Aquellos que siempre soñaban y anhelaban concluir sus estudios son los que más sufren. Están inconformes con su vida y lo único que quieren es tener su última ceremonia de graduación como cualquier estudiante recién egresado para una vez hecho aplicar sus conocimientos.

No todo es paz y tranquilidad en el hogar.

Los mismos jóvenes toman actitudes negativas dentro de sus hogares provocando el desequilibrio emocional familiar. Entre palabras y discusiones todo se torna todo de color gris.

La economía también se hace presente en aquellos adolecentes estudiantes y trabajadores a la vez. Viven aterrados y no es por la situación de la enfermedad o por la ausencia de una familia presente, sino por el que sucederá el día de mañana que todo esto termine. Necesitan solventar sus gastos para continuar con su vida estudiantil. Horrorizados por la situación muchos jóvenes se verán obligados a ausentarse temporalmente de sus estudios en lo que todo vuelve a la normalidad, para una vez ya obteniendo ingresos económicos en su hogar poder seguir realizando sus metas de vida.

 

DE LA FELICIDAD AL ABURRIMIENTO

Cuando inició la emergencia y las autoridades decidieron suspender clases, muchos de los estudiantes se alegraron al saber que no tendrían que ir a clases. Muchos esperaban dormir hasta tarde, estar acostados, ver tele, checar las redes sociales.

Los primeros días fueron de felicidad. Fueron de flojera, de quedarse en casa, de no tener que soportar la disciplina, de dormirse hasta tarde, de ver las series y películas sin restricciones.

Pero poco a poco fueron extrañando aquella normalidad. No veían a sus amigos, no salían a reuniones ni fiestas. Traer el cubrebocas para salir a la tienda sin poder platicar con nadie.

A pesar de ser una generación de las redes, en donde toda comunicación se da mediante el celular o la computadora, poco a poco comenzaron a extrañar la socialización personal. Ese saludo, esa mirada del amigo, el beso de la novia o novio. El regaño del profesor… comenzaron a extrañar la escuela.

Y entonces todo se volvió aburrimiento. Las cuatro paredes no son diversión ni consuelo después de semanas y meses de no salir ni convivir con nadie. Ya no les llama la atención acostarse hasta tarde, dormir y comer.

Ya es aburrimiento lo que todo había comenzado como felicidad.

 

ECONOMÍA

Por otra parte están aquellos adolescentes foráneos, estos son momentos en los que sufren más, por su falta de actividad económica. Buscan la manera de incrementar sus ingresos con diversas actividades pero el aislamiento cada vez los carcome más y más. Desean regresar a sus hogares como todos aquellos días que eran de vacaciones y esta vez no pueden por seguridad propia y la de sus familiares.

Más allá de solo adquirir conocimientos en línea a través de una simple llamada, todos buscan seguir estando comunicados ya sea por cualquier plataforma llámese red social o llegaron a hacer uso de las plataformas que ofrecen los servicios de Internet para realizar video llamadas para platicar durante horas sin necesidad de salir de casa.

A pesar de que para todos no es la mejor manera de estar comunicados o unidos, este tipo de relación con la sociedad los hace salir un poco de sus rutinas diarias de presión. Incluso muchos adolescentes vuelven a tratar de recrear sus rutinas del día a día pero ahora dentro de casa.

El aislamiento provoca en ellos una depresión inmensa, en la cual se ven envueltos día y noche. Los recuerdos son parte esencial en estos momentos pero el regresar a un pasado para muchos de ellos no es positivos, lo cual provoca sus desestabilidad emocional. Pareciese que los jóvenes tienen más sentimientos de los existentes.

El fututo de la ciudad y del país depende de cada uno de los jóvenes habitantes, aseguran que una vez que sean liberados de sus casas buscarán ser personas de bien, además de dar todo de ellos para aportar a la sociedad. Por otra parte buscarán disfrutar y gozar todos los días que pasan como si fuese a ser el último día de sus vidas para no regresar a estar detrás de una pantalla.

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