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agosto 28, 2020 | 753 vistas

Francisco Ramos Aguirre.-

El ejercicio de la profesión médica durante el siglo XIX y mediados del XX representó un verdadero riesgo, si consideramos la carencia de vacunas, antibióticos y otros recursos científicos. Además de una auténtica vocación, los galenos requerían audacia para atender a los enfermos durante las epidemias y pandemias que azotaron a Tamaulipas durante varios años: Por ejemplo la Viruela Negra, Fiebre Amarilla, Influenza o Gripa Española, Peste Bubónica, Tifo y otras.

A pesar de las circunstancias, entre ellas la Revolución Mexicana, Felipe Pérez Garza fue uno de los doctores que logró reconocimiento y admiración de la mayoría de los tamaulipecos. Este misionero de la salud, originario de Cruillas, (1886) llegó muy joven a Ciudad Victoria a estudiar la secundaria y preparatoria en el Instituto Científico y Literario. Al concluir su preparación, ingresó a la Escuela de Medicina en la Universidad Nacional de México.

En 1907 obtuvo su primer empleo, donde afianzó sus conocimientos profesionales y perfil humanista. En noviembre, el vicepresidente Ramón Corral (aspirante a suceder a Porfirio Díaz) le expidió un nombramiento de Practicante de la Cárcel General en la capital del país. En 1910, poco antes del inicio del movimiento revolucionario encabezado por Francisco I. Madero, el ministro Justo Sierra lo nombró Ayudante Clínico del Instituto Patológico Nacional, donde arraigó sus conocimientos sobre medicina y se introdujo en el ambiente clínico y académico de mucha utilidad en su profesión.

Emocionado por las oportunidades que tuvo, desde la capital del país envió a su padre, el comerciante Felipe Pérez, una fotografía donde aparece sentado en una banca en la Plaza de Santo Domingo. De acuerdo a la moda, el doctor se aprecia solemne y con señorío, vistiendo un elegante traje negro y zapatos lustrosos. El rostro se mantiene sereno, con la mirada fija y un juvenil bigote que acentuaba su personalidad varonil.

Durante septiembre de 1911 laboró en el Hospital General de México, junto a los doctores Fernando Zárraga, Ignacio Ramos y Fernando Lamie. En esos momentos México atravesaba por una serie de problemas, propios de la transición presidencial. Después de solicitar licencia sin goce de sueldo, en mayo de 1912 el presidente Francisco I. Madero aceptó su renuncia y en plena juventud dijo adiós al  Hospital General, el Instituto Patológico y la capital del país.

A principios de ese mismo año retornó a Ciudad Victoria por situaciones políticas y familiares. En abril fue elegido diputado local por Cruillas y en noviembre decidió formar un hogar y contrajo matrimonio en la catedral del Refugio con Carmen Collado Gavagnac, hija de Aurelio Collado y María Gavagnac. De acuerdo a las costumbres, la boda civil se realizó en una residencia familiar, donde fueron recibidos por María Collado Gavagnac, quien vivía a unos metros de la iglesia.

En 1913 se involucró en varios proyectos del gobierno de Joaquín Argüelles, uno de ellos la organización de la Cámara de Trabajo de Tamaulipas, integrada por José Zorrilla, José Martínez, Francisco Lerma, Antonio Quintana y Pablo Lavín. Mientras que por el gremio médico estaban Felipe Pérez Garza y José A. del Castillo. Los obreros estaban representados por: «Eugenio Nieto, hojalatero; Simón Ramos, albañil; Esteban Martínez, carpintero; Secundino Carreón, pintor; Julio Miranda, peluquero; Felipe Acuña, plomero, y Manuel Mireles, panadero.»

Como legislador, Pérez vivió cerca los acontecimientos derivados de la presencia del gobernador huertista general Antonio Rábago, quien decretó la disolución del Congreso local en noviembre de 1913. No obstante esa situación, en 1914 promovió junto a su colega Cipriano Guerra Espinosa la apertura de un Colegio para Niñas en la Hacienda de Tamatán. Para 1917  su prestigio y ascenso en su vida particular y profesional fue muy significativa. Gracias a ello abrió la Botica Central y Cía, y su consultorio en la calle Juárez 89 con servicio de: «Medicina, Cirugía y aplicación de Neo-Salvarsán.» Durante el gobierno de Venustiano Carranza, el ministerio de Guerra y Marina lo nombró Médico Civil Auxiliar del Cuerpo Médico Militar.

El año de 1918 fue uno de los más catastróficos para los victorenses, debido a la pandemia de Influenza o Gripe Española, considerada de las más mortíferas en la historia de Tamaulipas. La enfermedad ocasionó cientos de fallecimientos en la entidad, sumados a las 500 mil víctimas en la República Mexicana. Para entonces integró la Sociedad Médica Victorense, a quienes correspondió controlar la enfermedad con el riesgo de su vida en consultas a enfermos humildes. Para evitar los daños de la pandemia, recomendaba fumigaciones, lavado de manos, clausura de reuniones, suspensión de tráfico ferroviario y acondicionamiento de lazaretos.

En ese tiempo cambió su consultorio y  botica a la calle Hidalgo y Nuevo León No. 94, atendida por el profesor Arturo Olivares,  considerada, «La Botica de los Obreros. Consulta Gratis Para los Pobres.» En uno de los anexos de la Calle 11 número 15 despachaba el doctor Cipriano Guerra Espinosa y en Hidalgo 88 el doctor Pérez. Las recomendaciones para combatir la influenza consistían en desinfección de nariz y boca con Nevurol y Borolina.

El paludismo era otra de las enfermedades mortales. Para ello recetaban las píldoras Alpha-Alpa elaboradas mediante fórmulas químicas: «Dotadas de una hermosa virtud de devolver la salud a los palúdicos.» En el mismo local, el doctor Pérez aplicaba la vacuna contra la viruela.

En enero de 1919 el gobernador provisional Andrés Osuna Hinojosa lo nombró Presidente del Consejo Superior de Salubridad, con apoyo de  los doctores Manuel Gómez, Praxedis R. Balboa, Aurelio Collado, Raúl Manautou y Antonio Valdés Rojas, encargados de controlar cuestiones sanitarias: epidemiología, vacunas, exhumación de cadáveres, ingeniería sanitaria, policía sanitaria de la prostitución y alimentos y bebidas, entre otras funciones.

Al mismo tiempo fue maestro de Higiene Escolar, Anatomía, Fisiología y Biología de la Escuela Secundaria, Normal y Preparatoria del Estado, donde también fue director. Estas actividades las realizó hasta 1921, cuando el gobernador general César López de Lara lo obligó a renunciar a  sus cargos, inclusive a las actividades en la Dirección General de Educación Pública, donde despachaba el profesor Juan Rincón.

Fiel a su dinamismo participativo en obras sociales y benéficas en Ciudad Victoria, hacia 1922 fue nombrado Presidente de Mejoras Materiales del Municipio de Victoria. Lo mismo existen referencias como director del Hospital Civil. En su calidad de miembro de la logia masónica, formó parte del comité para erigir el monumento al general Pedro José Méndez. Promovió la construcción del acueducto de La Peñita y la instalación en mayo de 1923 de la primera red de agua potable en Victoria. Fue miembro de la Sociedad Alianza Obrera Progresista y, junto a Benito Haces, fundó el Centro Social y Mutualista de Victoria que sesionaba en el Casino Victorense. En 1937 aportó recursos económicos para la construcción del Parque Infantil Estefanía Castañeda.

Hombre de enorme raigambre tamaulipeca, desde niño gracias a su familia tuvo contacto con actividades agropecuarias en su natal Cruillas. Continuó esta tradición en las cercanías de Victoria, donde tenía un establo lechero y se dedicó a la agricultura en uno de los predios de su propiedad, denominado Plantel Morelos.

El doctor Felipe Pérez Garza falleció en diciembre de 1939 víctima de una afección cardiaca. Le sobrevivieron su esposa Carmen Collado Gavagnac y sus hijos Carmen, María y Luis Felipe Pérez Collado. Su residencia de sillar, piedra y ladrillo construida en 1919 en pleno centro de la Ciudad es un importante vestigio arquitectónico, patrimonio edificado de los victorenses.

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